La estructura interna del Kung-fu Shaolin
La estructura interna del Kung-fu Shaolin
Apenas son las siete de la mañana, pero ya hace casi dos horas que estamos despiertos y realizando ejercicios, tras la sesión de meditación de la mañana. El sol acaba de despuntar entre dos picos de la montaña. Junto a mí está el monje Shi Yong Hao repitiendo una y otra vez una serie de ejercicios de Qi-gong, bajo la atenta mirada del Maestro Shi De Jian, que nos corrige cada detalle. Frente a nosotros, a escasos metros, un impresionante precipicio, dibujando un no menos impresionante y hermoso paisaje natural, parte de la majestuosa montaña de Shaoshi, justo en frente de Shaolin. Aquí arriba comprendes porqué esta montaña, llamada SongShan, es considerada como una de las cinco montañas sagradas de China.
Mientras observo al Maestro Shi DeJian desarrollar sus ejercicios de Qi-Gong, encaramado sobre el saliente de una roca, a cientos de metros sobre ese abismo, una extraña conexión se produce en mi mente.
Ya no me asalta esa sensación de congojo que sentí la primera vez que le vi y nos realizó una soberbia demostración de su Kung-fu ¡sobre un pequeño muro de apenas treinta centímetros y que daba a un pavoroso precipicio!... sin apenas inmutarse.
Los presentes, el monje Shi Yan Fang y yo, veíamos con el alma en vilo, las evoluciones del Kung-fu Shaolin antiguo, el Xinyibaquan, mientras nos llegaba una extraña energía...
Ahora, semanas después de ese primer encuentro, creía haber captado la esencia de lo que este Maestro quería transmitir cuando nos decía –con una sonrisa de oreja a oreja- que no sentía miedo, ni era posible caerse, pues formaba parte de la roca, de los árboles... que estaba en armonía con la naturaleza.
En este fascinante y sobrecogedor entorno del monasterio San Huang Zhai, encaramado casi en la cima de la montaña ShaoShi, las distracciones durante el entrenamiento eran casi nulas. Incluso las habituales distracciones de nuestra mente, aquí arriba eran dispersadas fácilmente durante las muchas horas de meditación.
En todos mis años de entrenamiento –y ya llevo más de treinta - nunca había encontrado alguien que pudiese expresar con sus gestos tan claramente lo que significaba el Kung-fu de Shaolin. Con el Maestro Shi DeJian, aprendí las claves para comprender la profunda conexión entre nuestra mente y corazón –representadas por la palabra “Ch’an” – y nuestro cuerpo físico, es decir, nuestro Kung-fu, que representamos con la palabra “Wu”. El espíritu del Dragón y la fuerza del Tigre, los dos animales emblemáticos de Shaolin... Estas dos palabras van estrechamente ligadas al término Wushu en Shaolin. Recordemos que Wushu significa conceptualmente, "El arte de detener la guerra".
Comprendí entonces, -y lo pude sentir-, la estructura interna, lo espiritual que sostiene el verdadero Kung-fu de Shaolin. Sin ese sustento interior, las técnicas desarrolladas por nuestro físico, carecen de esencia, a pesar de que en apariencia, puedan resultar más o menos eficaces o vistosas... todo va mucho más allá de la estética del movimiento y adquiere una dimensión mucho más profunda.
Y así, con esa comprensión profunda de quienes somos, podemos integrarnos de una manera asombrosa en la naturaleza, convertirnos en parte de la misma. De esta manera, no puedes caerte al abismo, porque “eres” el abismo... Así también, desde esta perspectiva, llegas a sentir realmente en tu cuerpo, en tu mente, lo que muchas veces intuía acerca de la idea de lo que es Shaolin.
Mucho se ha escrito sobre este mítico lugar, y mucha gente tiene distintas ideas sobre Shaolin y su arte. Incluso yo mismo he entrenado durante muchos años lo que me decían que era el Kung-fu representativo de ese lugar... Pero cuando tienes la oportunidad de entrenar y aprender bajo la atenta mirada de éste Maestro, de pronto, todo lo que había aprendido hasta ahora, se queda en algo pequeño, pero que, no obstante es necesario para poder acceder a estas enseñanzas profundas. En ningún momento me he sentido defraudado por alguno de mis maestros, pues el aprendizaje ha sido progresivo hasta llegar a este punto...
No puedes llegar aquí, con solo algunos años de prácticas, con la mente perturbada por ideas erróneas y la conciencia aletargada, y pretender que el Maestro te enseñe los “secretos”, sin poner tu propia alma y tu corazón en lo que haces, y además, hacerlo sin pedir ni esperar nada a cambio.
Ha sido como recorrer una escalera, que peldaño a peldaño, te va acercando a una realidad distinta. Un camino que es imprescindible recorrer para comprender muchas cosas. No hubiese sido posible llegar aquí de no haber pisado todos y cada uno de esos escalones, de esas etapas. Y este camino es el que te permite construir en tu interior una manera diferente de ver y sentir... Es lo que he denominado la estructura interna del Kung-fu de Shaolin... un Kung-fu que, en poco o nada se parece al Wu-shu moderno, pero que es claramente su fuente, su profunda raíz.
Cuando observo ahora a mis alumnos en España, entrenar y desarrollar las formas tradicionales, trato de explicarles estos conceptos, mostrándoles la relación existente entre lo que hacen y lo que sienten y piensan.
Aún así, hay aspectos que son imposibles de enseñar, aunque se puedan aprender. Para ello han de darse las circunstancias adecuadas, y el estudiante ha de saber poner su mente y corazón en lo que está haciendo...
De esta manera, la práctica del Kung-fu, va mucho más allá de un mero ejercicio físico, ya se enfoque como deporte o arte Marcial, y nos enseña el camino de la tan cacareada “auto-realización interior a través de la práctica marcial”, sin que se quede en meras palabras y quizás buenas intenciones, pero poco más...
Cada combinación de técnicas puede mostrar el verdadero estado anímico y psicológico del practicante. Es decir, la realización de la forma, de la técnica, se convierte en un escaparate de nuestra personalidad. Hay un dicho budista que reza: “No podemos separar nuestras acciones del estado de nuestra mente”, y esto es totalmente cierto. Así pues, y desde este prisma, una mente en calma sustentará unos movimientos más armoniosos y poderosos, con profundas raíces. Unos movimientos en los que no sólo intervienen los diferentes grupos musculares, sino también los órganos internos, los tendones y huesos. Y como no, la intención de la emoción, de nuestro espíritu, también cobra de repente un extraño protagonismo activo. Es una manera de sentir la integración completa de nuestro ser en un solo gesto, en una sola técnica.
En el Kung-fu Shaolin, el movimiento externo siempre tiene un origen interno que no es visible, que solo se puede sentir. Los movimientos del diafragma, de la caja torácica, de la espalda y columna, del abdomen y los órganos internos, etc., no se exteriorizan, lo mismo que no se exteriorizan las diferentes sensaciones que el flujo energético produce por todo el organismo.
Lo que se percibe externamente es una patada, un puño o un salto, pero detrás de eso hay mucho más; hay una unidad de todo nuestro ser...
El manejo y desarrollo de este flujo de energía exige un universo de movimientos internos, alentados y dirigidos por el espíritu y la conciencia, que no pueden aprenderse si no es a través de una larga y sincera relación con el Maestro y de un compromiso que se manifiesta en la condición de alumno iniciado o Discípulo.
Cuando un practicante repite una y otra vez sus ejercicios, de una manera vacía, sin intención, (Yuan Xin Zhi Wai Gong Yun Dong) no está sino que mostrando su inconsciencia en la vida cotidiana. Seguramente pasará por la vida sin percatarse de lo que hace o deja de hacer. Su práctica marcial no tendrá raíces en lo profundo de su ser, sino que se basará en circunstancias puramente externas, y éstas, ya sabemos que están sujetas al constante ciclo cambiante de la vida.
Cuando se manifiestan constantemente desequilibrios físicos al realizar saltos o posturas dinámicas de equilibrio, esto viene desde nuestro interior, y representa a la persona emocionalmente inestable, aunque sin llegar a los extremos.
Y así, se pueden enumerar infinidad de cualidades y defectos que podemos traducir desde la psicología, en movimientos físicos. Y a la inversa, nuestra práctica podrá servir perfectamente para definirnos psicológica y emocionalmente. Es la verdadera enseñanza que nos forja el carácter, el espíritu...
Y desde este prisma, podemos considerar el entrenamiento físico, el perfeccionamiento de nuestra técnica, como un verdadero método para cambiar aquellas cosas en nuestra psique que no están demasiado equilibradas, o que no nos agradan. Dicho de otro modo, convertimos la práctica del Kung-fu en una eficaz herramienta para el desarrollo de nuestra personalidad, de nuestro carácter, y desde ahí, podemos acceder a aspectos mucho más profundos del arte, que de otro modo, no podrían ser asimilados correctamente.
Es pues, un camino que requiere que, en muchas ocasiones, volvamos hacia atrás por el mismo, y volvamos a andarlo nuevamente, pero con otra visión de lo que hacemos. Y esto era precisamente lo que estaba realizando aquí arriba, bajo la atenta mirada del Maestro Shi De Jian.
Y esta práctica, este entrenamiento, aunque exhaustivo, no producía sensaciones emocionales de cansancio, no había expresiones de dolor, de desánimo o descontento. Porque todas estas sensaciones y emociones nacen en nuestra mente, y si tienes calma en ese espacio, tu percepción de lo sientes, de todo lo que te rodea, cambia. Este entrenamiento me llenaba de alegría, de paz profunda y serena.
Cuando semanas más tarde regresé a la escuela Epo, donde estaban entrenando algunos alumnos españoles, y al mismo templo Shaolin, donde aprendía con el maestro Shi DeChao, me estaba dando cuenta de que, todos los estudiantes y Maestros, independientemente del nivel que tuviesen, sólo se estaban preparando para algo más...
Y ese “algo” se había quedado arriba, en el templo San Huang Zhai... en su maravilloso entorno, en la mirada del maestro Shi DeJian,... y solo allí se podría ir a buscarlo... sólo subiendo allí, podrías comprender lo que digo.
Porque allí vive el Kung-fu auténtico...
Shi Yan Jia
Monje Budista 34ª Generación
Templo Shaolin - China
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