tras las puertas de Shaolin...
Respiré profundamente. El intenso aroma del incienso, de alguna manera embriagaba los sentidos y me recordaba las explicaciones que el Maestro me había dado acerca de las prácticas devocionales budistas. Durante la meditación de esa mañana, habían acudido a mi mente muchos recuerdos, muchas imágenes de tiempos pasados, tanto propios como ajenos. Esta era la decimotercera vez que venía a Shaolin a entrenar y a seguir recibiendo enseñanzas. Me sentía, de corazón, “como en casa”. Abrí los ojos y simplemente dejé que mi vista vagara por la amplia sala de meditación del monasterio. Quería llenarme de cada detalle de lo que percibía; de las paredes, de las imágenes del Buda, de la representación de Guanyin, de los cojines, de los demás monjes sentados en profunda meditación, de los que ya se estaban levantando. Hice lo propio, tras estirarme en todas las direcciones. Las articulaciones, tras cuarenta minutos de meditación se habían resentido, aunque ciertamente ya no era como los primeros