Las legendarias historias que se contaban sobre los monjes guerreros de Shaolin, que antes de la invención de las armas de fuego, usaban sus propios cuerpos como armas, son bastante exactas históricamente hablando. Los monjes entrenaban hasta la extenuación, de una forma muy intensa y dura, porque de no hacerlo así, en una confrontación, perderían algo más que una lucha; Perderían sus vidas. La naturaleza transitoria de todas las cosas, como Buda enseñó, puede que en nuestros tiempos quede algo difuminada, pero para los monjes de Shaolin era una cosa muy real y cotidiana. El día menos pensado se verían envueltos en alguna de las batallas de aquella época y ya no regresarían. Este hecho afinó sus mentes y les hizo enfocar un entrenamiento durísimo para afrontar de la mejor manera posible estos hechos. Desarrollaron así sus habilidades en el combate hasta extremos casi inhumanos, acercándose a la invencibilidad que les dio fama a lo largo de la historia.