La prueba del Guerrero silencioso
Estoy solo, en la oscura soledad de la noche, después de varios días de duro entrenamiento físico y mental. Aún no estaba seguro de estar preparado. Algunas dudas afloraban de vez en cuando por mi mente, como queriendo luchar contra mi firme decisión de seguir adelante. Cuando aparecían, eran mucho más numerosas de lo que imaginaba en un principio...
La prueba que me había propuesto superar, o como menos, intentarlo, casi tocaba a su final. Llevaba cuatro días sin apenas comer nada, sólo lo que encontraba en la naturaleza, y que, la verdad, era bastante escaso. Raíces, algunas plantas, moras, piñones y poco más... Bebía el agua de los arroyos. Tenía algunos problemas con el estómago, pero eso era normal en esas circunstancias. Todo mi equipaje consistía en la ropa que llevaba; un traje tradicional, las zapatillas deportivas, un chubasquero, un cuchillo y un palo.
Cuatro días sin hablar con nadie, excepto conmigo mismo, en ese diálogo interior incesante, y que en ocasiones te atormenta. Quería aprender a silenciar ese diálogo, esa charla interior, y para eso, de alguna manera, estaba aquí...
No había nadie que me controlara; Nadie que me animara a seguir, pero tampoco a abandonar. Nadie sabía mi localización, ni lo que me había propuesto hacer. Nadie que corroborara mi éxito o mi fracaso. Nadie con quien compartir ésta experiencia. Nada de relojes, ni teléfono móvil.... Pero yo lo había elegido así. Las circunstancias eran esas, y eran las idóneas, creo yo, y ya no se podían cambiar. Estaba alejado de todo lo que supusiera civilización, de cualquier ayuda que pudiera necesitar en caso de emergencia. Sólo la naturaleza y yo. Tenía que ser así, de otra forma, la prueba sería incompleta o carecería de sentido real.
Aquí estoy, solo en la silenciosa oscuridad de la noche. Hace un poco de frío, y la caída en el arroyo por la mañana, comenzaba a pasarme avisos de que algo no iba muy bien con mi tobillo. Lo sentía un poco hinchado, y la humedad me hacía resentirme del dolor. Durante el día, me detuve muchas veces a contemplar la montaña, y en más de una ocasión, el desaliento se apoderó de mí. Parecía imposible pretender escalar hasta la cima, y menos aún de noche. Pero no podía rendirme ahora.
Estoy en una cañada, esa en la que tantas veces hemos estado algún que otro domingo la gente de la escuela. Poco más arriba, la niebla lo cubre todo con su húmedo manto. Me siento atraído por la cima, que casi puedo adivinar allá en lo alto. A estas alturas ya no me planteo, si lo voy a conseguir o no. El hacerlo es mi meta inmediata y real.
Las sensaciones y mis pensamientos, son mi alimento, del que me nutro y saco fuerzas para seguir. Mis sentidos están agudizados al máximo. En estos cuatro días he aprendido a escuchar de otra manera... A ver con otros ojos.... A oír con el corazón más que con el oído....
Cansado, con hambre, y sin apenas ver por dónde piso, comienzo a escalar las rocas y superar los troncos y ramas caídas de los viejos pinos. Me guío por el arroyo, cuya agua fresca durante el día apagó mi sed, y que sin embargo ahora se me antoja un tanto hostil, amenazador y oscuro.
Siento que algo extraño, que no alcanzo a definir, me llama desde la cima. No sé la hora, pero deben de ser aproximadamente las 11 de la noche.
Sigo subiendo, con esa extraña fuerza que me inunda, y creo, me hace inaccesible al desaliento. En mi mente, la imagen y el recuerdo de mi Maestro Zhang. En mi corazón se agolpaban los buenos y malos momentos vividos, en mi época de adolescente y estudiante de Kung-fu. Sentía que en cierta forma, él, mi Maestro caminaba junto a mí. En esos momentos, las dudas que asaltaban mi mente antes de emprender la escalada, se han disipado. Ahora los veía como enemigos que deseaban mi fracaso, y que, por el momento, me dejaban tranquilo, aunque sabía, intuía que estaban al acecho en alguna parte... En alguna parte de mi propia mente.
Sólo sigo caminando, subiendo, aunque cada vez más agotado y lento. Los dedos me duelen, pero, misteriosamente siguen aferrándose con fuerza a las rocas y ramas. Algunos cortes y arañazos en mi piel sangran, pero es algo sin importancia. Extrañas sensaciones, que no se describir, me invaden. El aire fresco llena mis pulmones. Sé que la sobre-oxigenación puede producir una alteración de los sentidos. Uno se puede sentir en plena euforia, y percibir cosas, que otros no pueden. Quizás sea eso, pero noto que hay algo más. Puedo percibir muchos olores que me llegan de la naturaleza. Mi sentido del oído está agudizado. Oigo moverse algo entre las ramas, muy cerca de mí. Dos grandes ojos brillantes me observan.....
A escasos dos metros delante de mí, me tropiezo con un pequeño zorro, que ante mi sorpresa, no huye de mi presencia. Más bien se queda mirándome fijamente. ¡No siente miedo de mí!.....Noto una extraña conexión con el animal. Es como si yo mismo me estuviese observando a través de sus ojos. Trato de acercarme, y entonces se aleja trotando tranquilamente, hasta que lo pierdo de vista entre unos matorrales. Posiblemente, después de tantos días, mi olor corporal sea algo similar al suyo. Este encuentro me ha distraído momentáneamente de mis pensamientos. No puedo distraerme.
A pesar de la niebla y la oscuridad, no me siento perdido. Sigo subiendo. Hace ya un rato que superé la cascada, no sin grandes dificultades, que por poco me hacen desistir en mi empeño. Mala suerte!..... ¿O quizás un obstáculo más para superar?..... El agua helada me ha calado hasta los huesos, y la ropa, empapada, parece cortarme la piel a cada paso que doy. Lo peor son las manos, que siento muy agarrotadas. En un momento dado, grito de furia y desesperación, y eso parece que me llena de alguna energía. Otra vez las dudas atraviesan como sombras fugaces mi mente....
Apenas sin darme cuenta, he dejado atrás la niebla. Ante mis ojos veo, lo que pueden ser los últimos metros de ascenso a la cima. Algo desconocido me empuja a acelerar el ritmo de mis pasos, a veces tambaleantes. La momentánea euforia parece darle alas a mis pies. Camino entre el ruido que producen mis pisadas, el latido de mi corazón, y la dificultosa respiración, pero puedo percibir la paz que hay en el silencio que me rodea. Todo el ruido procede de mi propio interior.Finalmente, alcanzo la cima, agotado después de varias horas de lenta y penosa escalada. No sé cuanto he tardado en subir, es muy tarde, pero, ¡Qué más da! Estoy arriba.
El frío y la humedad de mi ropa, hacen acto de presencia, como si tuvieran vida propia, indicándome que no me sentara, pues me quedaría helado.¡Bah!... Solo es frío, sensaciones, nada más!..... Pero se ve que no soy tan fuerte como para superar ese estado y comienzo a tiritar. Me supone un enorme esfuerzo apartar mi mente de lo que sentía mi cuerpo. Poco a poco, lo voy superando y dejo de temblar....
La densa niebla permanece por debajo de la cima, y lo cubre todo a mi alrededor, hasta donde mi vista alcanza, con un precioso manto blanco, iluminado por una enorme luna llena. -No recuerdo haberla visto nunca tan grande -. Sobre mi cabeza, el cielo plagado de estrellas. Siento que casi puedo tocarlas con tan sólo extender mi mano. El silencio es absoluto, sólo enturbiado por los aún sonoros latidos de mi corazón. Lentamente vuelvo a la calma.
A mi mente van acudiendo muchos pensamientos y recuerdos. Pero ninguno permanece más allá de un fugaz instante. Algunos momentos de ligera confusión, pero que se despeja en seguida. Mi agudeza visual parece más nítida y clara que nunca. Permanezco sentado, inmóvil. No tengo frío. Ya no, y es curioso.....
Pensamientos, imágenes de épocas pasadas, de épocas de Maestros y guerreros, donde los valores como la lealtad, el honor y el sacrificio, aún tenían sentido real, invaden mi mente. ¿O quizás ya estaban ahí desde siempre?..... Tiempos y lugares remotos, que me resultan extrañamente familiares. Como instantáneas fugaces, aparecen ante mi vista los muros pintados de rojo oscuro de un templo. Unos personajes calvos, vestidos con túnicas me observan desde una escalinata rodeada de grandes árboles. Un enorme incensario, desprende un humo perfumado, que se mezcla con los tenues rayos de sol, confiriendo a la luz, una extraña magia de paz y tranquilidad. Al fondo puedo divisar un gran edificio, por cuya puerta entreabierta, se puede ver un gran Buda dorado. Me están invitando a entrar....
Por momentos vuelvo a la realidad, con la duda de si lo que he visto en mi mente tiene atisbos de realidad o es una recreación de mi pensamiento... ¿serían quizás reseñas de alguna vida pasada?...
No lo comprendo, pero eso poco importa. Parece que el tiempo ha dejado de existir. Lo puedo sentir. Lo puedo vivir dentro de mí. Una maravillosa fuerza me va inundando lentamente, extendiéndose poco a poco más allá de mi propio cuerpo. Ahora, todo lo que me rodea forma parte de mí. Todo lo que me rodea cobra vida; Los árboles, las rocas, las estrellas, la tierra bajo mis pies, el aire limpio. Tengo conciencia de formar parte del Universo, de ser una parte del mismo. Estoy lleno de vida, de energía. Soy parte de todo; Tan importante como la rama del árbol; Como la lombriz bajo la tierra. La sensación es indescriptible.
Apenas consciente, advierto que se está produciendo un extraño cambio dentro de mí. Siento que estoy preparado para afrontar la parte final de mi prueba.
Me levanto, inspiro profundamente y comienzo a realizar la forma que mi Maestro me enseñó, y que debo repetir 98 veces, sin descanso alguno, hasta la extenuación absoluta. Imagino que la finalidad de la prueba es la de aguantar hasta el final.....
Tras varias decenas de repeticiones, noto que las fuerzas que aún me quedaban comienzan a fallarme. Me duelen todos los músculos, pero sobretodo, el dolor se hace más patente en las piernas. Después de más de una hora y más de 50 repeticiones, agotado mental y físicamente, comienza a hacerse fuerte una idea en mi mente: abandonar la prueba.
¡No puedo más!..... Pero bajar la intensidad de los movimientos, sería como abandonar, y eso significaba el fracaso. Algunas lágrimas surgen de mi interior, no sé si de rabia, o simplemente de dolor.
Comienza la lucha conmigo mismo; ¿Sigo o no sigo? ¿No he llegado ya lo bastante lejos? ¿Porqué lo estoy haciendo realmente?...¿Para satisfacer mi Ego?...¿Era eso correcto?.... Y si lo dejaba ahora, ¿Quién me lo iba a reprochar? ¡Nadie! Porque nadie sabía que estaba allí. ¡Ajá! Ahora comprendía el objeto de no compartir la experiencia con nadie.
Continúo, una vez más; Dos; tres repeticiones...... El cansancio se vuelve psicológico. Me muevo ya por inercia. Siento como mi cuerpo, mi alma y todo mi ser, se estremecen al sentir los escalofríos, el dolor y el sudor frío. Mi mente comienza a deshacerse, difuminarse y a proyectar los adversarios imaginarios, a mi alrededor. Todas ocupan ese espacio de silencio exterior que me rodea... Siniestras figuras, quizás sombras, de ojos penetrantes y afilados dientes. Quieren hacerme daño y acabar conmigo. Por todos los santos, ¡Se han hecho reales y vienen a matarme!..... Quizás me esté volviendo loco!....
Voy a morir! Y es una sensación tan real, que me asusta. La forma que estaba realizando, ha dejado de ser una forma. Estoy luchando realmente contra mis adversarios interiores, que me están atacando. Cada golpe que no logro parar o esquivar, impacta en mi cuerpo. No es dolor lo que siento, pero noto cómo se abre una brecha de donde fluye mi energía vital. Siento miedo, por momentos incluso pánico.
¿Qué estoy haciendo aquí?.... Por momentos pierdo la noción de la realidad, que se difumina y disuelve como la niebla. Mi mente racional no puede aceptar lo que estoy viendo con mis ojos, y esa dualidad de pensamiento, divide aún más mi conciencia.
Este extraño éxtasis, me obliga a luchar con todas mis dudas y miedos que me rodean; Esas dudas y miedos internos se convierten en negras siluetas que se mueven a mi alrededor y me golpean desde todos los ángulos posibles. Cuanto más dudas y miedo tengo, más numerosos se vuelven mis adversarios. Tengo que moverme muy rápido para evitar sus ataques, y..... ¡Sobrevivir!
Lanzo entonces toda mi energía concentrada -¿De dónde la sacaba?- en mis manos, gritando con todo mi ser, y golpeo una y ora vez, con toda la furia que llevo dentro. Con rápidos y certeros golpes alcanzo a mis adversarios de lleno. Puedo sentir el verdadero “Kung-fu” en mis manos..... Uno a uno, todos los “demonios” van desapareciendo....
Extenuado, caigo al suelo, con lágrimas en los ojos y mi alma completamente desnuda .... Se acabó, no puedo más!.... Quiero dejarme vencer, dejarme morir y acabar con esta tortura.... Mi mente acaba separándose en dos partes que se alejan entre sí... Y en medio, el silencio más absoluto, la nada... Un espacio interior que se ha fundido con todo lo existente fuera, a mi alrededor...
Y de repente, todo se desvanece. Una densa calma parece reinar en el lugar. Una extraña claridad parece envolverlo todo. Estoy de rodillas en el suelo. Algo húmedo y cálido corre por mis dedos; es sangre. La mía propia.....
Algunas lágrimas han logrado superar la barrera de mis ojos y escapan por las mejillas al suelo. Comienzo a relajarme, ya extenuado, y siento, que de alguna forma, la prueba ha acabado. La lucha conmigo mismo ha acabado. Me siento inmensamente feliz y al mismo tiempo lleno de paz. Era como haber nacido de nuevo.....
¿He superado la prueba? ¿Era esa la prueba realmente?. Muy cansado, me siento en el suelo. Trato de volver a la calma mi espíritu y me siento a meditar. ¿Qué me ha ocurrido? ¿Ha sido todo real? En mi interior siento que la respuesta es sí. Pude sentir la proximidad de la muerte, que me rozó con su negro manto. Había encontrado, no obstante, muchas respuestas a preguntas que ni siquiera me había planteado. Es más, ni siquiera sentía la necesidad de preguntarme del porqué de las cosas.....
Han pasado varias horas; No sé cuantas. Lentamente, emprendo el camino de regreso. Está amaneciendo, y me detengo por unos momentos a contemplar esa maravilla y regalo de la naturaleza. El sol se levanta majestuoso sobre el lejano horizonte, llenando el cielo con dorados reflejos. Puedo sentir la energía que desprende el astro rey, y me siento agradecido por regalarme éstos momentos. La vista es estupenda; Puedo contemplar casi toda la Costa.
La niebla se había esfumado casi por completo, dejando paso a un día espléndido. Los primeros rayos de sol parecen envolverme con su tenue, pero perceptible calor. Mi ropa, aún mojada, casi no me molesta.
El descenso de la montaña fue bastante dificultoso y penoso. Mis piernas casi no me sostenían en pié. Tropecé y me caí varias veces. Llevaba las manos y los codos lleno de arañazos y rozaduras. Era el quinto día que pasaba en la montaña, y las fuerzas casi me habían abandonado por completo. Pero la experiencia vivida ha sido extraordinaria. Volvía lleno de energía y ganas de vivir. Me sentía completamente distinto...
No contaría la experiencia a nadie. No lo podía hacer. Como mucho diría que era una prueba de supervivencia en la naturaleza. La verdadera razón la reservaría para revelarla a algunos alumnos de confianza, y que estuvieran preparados para comprenderla. Igual que hizo mi Maestro conmigo.
- “Maestro, ¿Cómo sabré si he superado la prueba?” - le pregunté entonces, y él me dijo, sonriendo: - “Simplemente lo sabrás.” -
- “Si logras superar la prueba cuando estés preparado,” - me dijo, - “comprenderás la verdadera razón de la misma. Y hallarás respuestas a muchas preguntas que te hará la vida. Y estas respuestas están en el silencio, en el vacío de la nada...
Pero de nada te servirá hacer la prueba si no estás preparado. Cuando la superes, conocerás el “espíritu Shaolin” , el Guerrero que llevas dentro de ti. El Templo Shaolin te espera. Un día llegarás a conocer a un verdadero Guerrero Shaolin, y él te lo confirmará .” - Esas fueron sus palabras.
Ciertamente la experiencia ha sido inolvidable, pero sin duda alguna no se volverá a repetir. Aunque todavía no he conocido a ese Guerrero Shaolin, sé que existe, y que si nada lo impide, iré a Shaolin a buscarle. Puede que tarde años, no lo sé.....
Ahora tengo que volver a San Pedro. Tengo un aspecto lamentable. Estoy sucio, con heridas en las manos y los pies, la ropa mojada....Espero que algún coche me pare y se preste a llevarme, porque no creo que sea capaz de volver andando por la carretera. (Hay unos 20 km). Nadie sabe nada de mí, desde hace cinco días. Posiblemente, hasta me estén buscando. Esa preocupación casi me hizo desistir de mi intento de realizar la prueba. Pero finalmente, aunque no sin cierta dificultad, lo superé y alejé ese pensamiento de mi mente. Fue como liberarme de una pesada cadena.....Yo, ya no soy el mismo que cuando llegué aquí hace algunos días. Muchas cosas han cambiado,...y nada ha cambiado.
Parte de mi ser se quedó allí, con los espíritus, en lo alto de la montaña. Allí, en la cima, murió parte de mi ser. De alguna forma, he nacido de nuevo. Siento que mi concepto y visión sobre la vida y la muerte han cambiado de alguna forma. Quizás todo a mi alrededor permanezca inmutable, pero si cambias tu forma de verlo, de vivirlo, te das cuenta de que todo es diferente. Todo cambia constantemente. Sólo hay que abrir los ojos, tu corazón y alma, y verlo desde tu interior.
Quizás sea esto la iluminación o el despertar de mi conciencia interior y real. No lo sé; más bien creo que no es esto....... Lo que sé, es que ahora tengo que digerir todo esto lentamente. Nada volverá a ser como antes.
Seguramente, algún día, algún alumno y estudiante, me pregunte cómo es la prueba. O si éste relato, constituye la verdadera prueba. Para mi lo fue, porque ese era el momento adecuado, y me sentía preparado. ¿Lo sería para ellos? Lo dudo.
Algo me dice, que la lucha aún no ha acabado, que sólo es el principio ....
Shi Yan Jia - Sierra Palmitera - 1991
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