“¿Taiji de
parque?”…
Nuevamente
hemos tenido el gran honor y privilegio de poder contar en Málaga y en nuestra
escuela de San Pedro con la presencia de grandes Maestros, como Shifu
Francisco Soriano y Shifu Thomas
Cantegrit, llegado expresamente desde Paris para impartir un curso de
formación continuada para Instructores.
El
curso estuvo, como en anteriores ediciones, lleno de detalles en la enseñanza,
con una metodología clara y sencilla, que nos hace vislumbrar la verdadera
esencia y profundidad del arte del Taiji
de la Familia Wang, algo que te
hace de verdad acercarte a las raíces más ancestrales de la tradición marcial
china. No son pocos los que, tras ver y comprobar esta manera de trabajar, se
han quedado en la línea del estilo de la familia Wang, al haber encontrado la
esencia de lo que buscaban.
Durante el
curso, Shifu Thomás fue desarrollando uno por uno varios conceptos, como por
ejemplo el Fa Jin (fuerza
explosiva), Dou Jin (fuerza
vibratoria), el Tan Jin (fuerza elástica)
o el Si Shou Jin (fuerza de las 4
estructuras), explicando su utilidad incluso para cualquier tipo de trabajo
marcial, sin importar estilo. Trabajando estos conceptos como base, un
estudiante podría realmente cambiar su estructura física y biomecánica,
haciendo sus movimientos más eficaces y, sobretodo, más saludables para su
organismo y su Qi. Incluso en el trabajo de la forma de Chen, cada gesto era
analizado en detalle, explicando su funcionalidad articular y su correcta
aplicación desde la perspectiva de los conceptos expuestos.
Todos los
conceptos fueron explicados siempre con ejercicios prácticos y aplicaciones, lo
que hacía ‘sentir’ la esencia de la estructura corporal. Y así, la práctica
adquiere poco a poco otra dimensión, para muchos desconocida, que te abre la
mente y el corazón. Una vez más, la profundidad de conocimientos del maestro
Thomas y su forma suave de transmitirlos, nos dejó a todos encantados. Es sin
duda, la viva expresión conceptual de lo que es el Taiji. Él es el Taiji que
practica y enseña.
Seguramente
habrá muchos estilos y Maestros que enseñen un buen Taiji, sin duda, pero
cuando uno ve trabajar y enseñar a estos Maestros, ve algo distinto, algo que
va mucho más allá de títulos, fajas y fama. Es la transmisión real y auténtica,
sin paliativos de lo que se llama tradición marcial. Es trabajo y esfuerzo. Es…
Gong-fu Taiji!
Esto
de la “tradición” es algo de lo que mucho se habla, de lo que muchos “Maestros”
se llenan la boca (y los bolsillos vendiéndolo), pero que luego, observando
ciertas actitudes, precisamente brilla por su ausencia. Mucho se habla de
estilos tradicionales, algunos incluso afirmando ser los ‘verdaderos, únicos y auténticos’…,
pero luego su trabajo no se ve por ninguna parte. Nunca se les ve en cursos con
los Maestros que ‘viven’ esa tradición marcial china.
Tenemos
muy claro que no esperamos llenar los cursos con gente (algo que ocurría hace
algunos años… y recuerdo un curso con el Maestro Wang Bo con más de cien
participantes), pero uno espera que, la gente que de verdad le gusta lo que
hace y siente pasión por ello –o por lo menos así lo manifiesta- acuda a
aprender con estos Maestros de extraordinaria calidad, tanto técnica como
humana. Máxime cuando solo podemos tener la ocasión un par de veces al año de
aprender con ellos.
Y
viendo la escasa afluencia de participantes a los cursos, uno acaba
reflexionando sobre el porqué ocurre esto. Y pueden ser varios motivos, todos
ellos respetables, pero a mi entender incoherentes entre lo que uno quiere y lo
que hace por conseguir lo que uno quiere. Y entonces me viene a la mente una
conversación con el Maestro Wang Bo, en la que acuñó el término “Taiji de
parque”, en alusión a aquellos que se conforman con trabajar, lo más suavemente
posible, lo más superficial del Taiji, sin adentrarse lo más mínimo en sus
conceptos profundos. Sin preocuparse de averiguar si su trabajo realmente les
producía el beneficio para la salud que buscaban o esperaban o era un mero
auto-engaño de la mente.
Seguramente
sea una tónica generalizada en nuestra sociedad occidental, la de conformarse
con lo superficial de todas las cosas y en todos los ámbitos. Una sociedad que
aboga por lo fácil, lo rápido y lo desechable, y aún así, espera resultados. Y
las artes marciales, últimamente se ven inmersas en muchos casos en esa
vorágine. Muy pocos se preocupan de verdad de profundizar en lo que hacen, en
estudiar y seguir aprendiendo con maestros. Parece siempre que las apariencias
son lo que cuentan y se conforman con ello. Parece que la intención de la
práctica, difiere bastante con los objetivos que pueden encontrarse en un arte
marcial.
Así,
hacer “Taiji de parque”, no es nada negativo, por supuesto, pero se queda en
muy poco. Se queda en una expresión mínima y muy pobre de lo que representa
este ancestral arte, por otro lado cada vez más demandado. Se queda en una
moda, más o menos pasajera o voluble a los altibajos del mercado, como el hacer
aerobic, Pilates o Yoga. Eso sí, falta el yogur de soja… Pero esto no es lo
malo, si es que tiene algo de malo –porque hay mucha gente, sobretodo personas mayores
que lo hacen-… Lo malo es que las personas que suelen enseñar en estos sitios
este tipo de Taiji, apenas tiene formación profunda en el arte. Conozco casos
verdaderamente vergonzosos. Y si encima cobran cuotas abusivas por ello,
entonces, algo va muy mal. Y sálvese el que pueda…
Pero por
suerte nos quedan aún Maestros de la talla de Wang Bo, o de su Hija Wang Yang,
o de Thomás Cantegrit, fiel heredero del estilo de la familia… Y nos queda
gente como Francisco Soriano, que contra viento y marea sigue trabajando
duramente para perfeccionarse y poder transmitir esas enseñanzas desde el
conocimiento profundo y real. Pero… ¿quién reconoce su valía?
No estarles
mínimamente agradecidos por este enorme esfuerzo que hacen en muchos casos, con
un coste económico importante, es no comprender nada sobre lo que enseñan. Es
no comprender el amor y pasión que ponen en lo que hacen. Es, simplemente no
reconocerles como Maestros… Una manera más de desaprovechar los valiosos recursos
que la vida pone ante nuestros ojos para cambiar algo, y que muchos no saben –o
quieren- ver…
Prefieren
fijarse en la fecha de caducidad del Yogur de Soja…
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