El Dragón dormido…



            Son las nueve de la mañana; Aquí, casi en lo alto de la impresionante montaña Shaoshi, donde está emplazado el pequeño monasterio de SanHuangzai, hace ya horas que el día está activo. Los pocos monjes están cada uno en sus quehaceres, bien trabajando el campo, entrenando o haciendo labores propias del templo. El ambiente no puede ser más idóneo para conectar verdaderamente con nuestro espíritu, con nuestra esencia. Aquí arriba, donde no llegan las carreteras y el tortuoso camino hace desistir a muchos de acercarse a curiosear, pues las visitas de turistas son muy escasas, todo lo contrario del bullicioso ajetreo del monasterio Shaolin, que se encuentra a los pies de la montaña. La paz y tranquilidad era el marco perfecto de esta imagen de naturaleza imponente.
 
            Durante el entrenamiento de la mañana, el maestro Shi De Jian nos había mostrado unos ejercicios enfocados a la aplicación de ciertos movimientos de la forma Xiaohongquan. El aspecto del combate no deportivo, era algo que siempre me ha fascinado del estilo Shaolin. Hasta cierto punto, incluso hacer esta diferenciación entre combate deportivo y el combate real era absurdo, pues el Shaolinquan no contempla aplicaciones deportivas de sus técnicas. Esto era algo que el maestro dejaba bien claro en sus explicaciones. Esto no era un deporte de combate, como lo podía ser el Sanda.

            Cuando el maestro realizaba una aplicación de las técnicas con alguno de nosotros, indefectiblemente acabábamos en el suelo, y todo ello sin que él perdiera su sonrisa. Era cuanto menos curioso sentir como esas técnicas, en apariencia relajadas y tranquilas, cuando te alcanzaban, te desplazaban con una inusitada potencia. Conceptos como la fuerza interna o la potencia elástica (tan jin) quedaban patentes sin duda alguna de su efectividad. Aún así, mi mente, en muchos aspectos aún occidentalizada trataba de encontrar razones o argumentos para tratar de quitarle realismo a lo que veía y sentía. Bueno, esto, cuando lo sentía en mi propia piel, cambiaba mucho…

            Todos los gestos, movimientos, ritmos aparentemente intrascendentes de la forma tenían su sentido. Así se podía comprender la profundidad y riqueza del estilo Shaolin y uno llegaba a comprender y valorar mucho lo que representaba. Estaba esto tan alejado de la práctica superficial de las formas que la mayoría de practicantes tenía – incluidos los chinos- que esto le confería otra dimensión completamente diferente. Esto era la esencia del verdadero Kung-fu tradicional de Shaolin.

            Aparte de las ocasiones en que el maestro me golpeaba o enviaba al suelo, esa tarde tuve la ocasión de verle aplicar esos movimientos en un combate con un estudiante extranjero que llegó el día anterior para hacerle una entrevista para la TV.
            En una de las salas del pequeño templo se hicieron las entrevistas y explicaciones de las técnicas, donde el extranjero, un tipo robusto, alto y bastante rápido para su estatura, y estudiante de Kung-fu (no recuerdo el estilo) era zarandeado de un lado a otro por la pequeña sala. Y todo grabado por las dos cámaras que llevaban, cosa que me extrañó, pues conocía la aversión del maestro Shi De Jian hacia los medios.

            El extranjero comentó que si realmente se le permitiría atacar al maestro, pero de verdad, para ver si las aplicaciones podían realizarse igualmente; es decir, quería comprobar si lo que le había mostrado el maestro, funcionaba de verdad. En otras circunstancias el maestro seguramente hubiera dicho que no, pese a que esto, -para los chinos era casi una ofensa-, era como un desafío. Pero este día aceptó sonriendo, indicando que saliéramos al pequeño llano que usábamos para entrenar al aire libre.
            Esto generó una gran expectativa en los presentes, aunque entre sus discípulos, lo que pude apreciar eran ciertas sonrisas socarronas, como si supieran algo que los demás ignorábamos.

            En apenas unos minutos, pudimos apreciar algo que pocas veces he visto en este mundillo de las artes marciales. El maestro Shi De Jian comenzó a jugar con el extranjero como juega un gato con un ratón. Y lo de parecerse a un gato era literal. Se movía con esa agilidad de un felino, envolviendo a su adversario como ráfagas de viento. Le llovían los golpes por todos los lados y a cada embiste, acababa con su adversario en el suelo. Comentaba posteriormente el pobre hombre, que era como estar en medio de un enjambre de avispas. No tenía manera de parar sus golpes y ni una sola vez logró alcanzar al maestro. Y puedo asegurar que el extranjero ponía intención y hasta cierta rabia. Esto quedó grabado en video y creo que se puede encontrar en Internet.

            Shi De Jian entraba por su guardia como lo más natural del mundo; esquivaba sus ataques con asombrosa agilidad y lo que más llamaba la atención era esa extraña sensación de que se movían a ritmos totalmente diferentes: el maestro parecía fluir lentamente de un movimiento a otro y de entre esos gestos, surgían golpes como relámpagos, atacando puntos vitales y derribando al adversario.

            Conociéndole como le conocía, sabía que era capaz de acabar rápidamente con ese extranjero, sin apenas esfuerzo alguno. Pero esto no era una competición, ni siquiera contemplaba que hubiera ganador alguno. Cada vez que el extranjero caía al suelo, el maestro amablemente le tendía la mano para ayudarle a levantarse y le preguntaba si estaba bien. A pesar de los golpes y caídas, el maestro no le causó herida alguna, salvo seguramente algún que otro moratón en su orgullo.
            En ningún momento el Maestro mostró signos de orgullo, de superioridad ni de ninguna otra emoción que no fuera una gran sonrisa hacia su supuesto rival. Esa era su grandeza. No necesitaba demostrar nada a nadie; Quizás solo mostrar algo del Shaolin auténtico.

            El hombre este desistió de seguir, mucho antes de lo que se había imaginado, eso si, agradeciendo con humildad la “lección” recibida. Luego tomamos todos un delicioso té y el equipo de extranjeros se marchó.

            Cuando se marcharon, tuve la curiosidad de preguntarle al maestro que le parecía el extranjero. Me contestó, como siempre sonriendo:

“它具有比功夫更多骄傲。这是非常正常的很多从业人员。这可以防止你看到和感觉。它可以防止您听。它就像一个强大的壳,自由移动的边界。这可以防止你从出租的内部精神和只苦苦挣扎的理性和情感,而不与龙”

            (- “Tiene más orgullo que Kung-fu. Es muy normal en muchos practicantes. Eso le impide ver y sentir. Le impide escuchar. Es como una fuerte coraza, que limita el moverte libremente. Eso le impide dejar salir el espíritu interior y acaba luchando con la racionalidad y las emociones, en vez de hacerlo con el Dragón”.)


            Como siempre, sus palabras eran verdaderas sentencias de sabiduría. Nos había dejado entrever en unos instantes, qué era el Dragón de Shaolin…

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Las aplicaciones y técnicas del kung fu tradicional (combate no deportivo, sanda)es enseñado sin excepción por los grandes maestros de shaolin, aparte del venerable maestro Shi de jian con el que he podido observar según fuentes de información como este articulo que hace mucho hincapié sobre este fascinante tema del combate no deportivo?
Shi Yan Jia ha dicho que…
No tyodos los Maestros de Shaolin te enseñan las aplicaciones de las formas o de las técnicas. Eso dependerá en gran medida de la relación que exista entre el Maestro y el discípulo que, entre otras cosas, requiere de tiempo. Y esto es algo que los occidentales no tienen: tiempo de estar allí. Aún así, algunos, llegados a cierto nivel, tienen el privilegio de aprender la aplicación real de esas técnicas. Para los Maestros -sobretodo en Shaolin, debido a su inseparable relación con el budismo- es indispensable que el alumno muestre una conducta ética irreprochable, antes de proceder a enseñarle técnicas potencialmente letales.
Durante el poco tiempo que tuve la ocasión de entrenar bajo la supervisión del Maestro Shi Dejian, no me enseñó apenas aplicaciones de técnicas, pero sí ejercicios y conceptos muy importantes para poder hacerlo.
Esa era la idea...Cuando entrenas de forma correcta, las aplicaciones se desvelan por sí mismas...
Gracias por tu comentario.

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