Los niños y el Kung-fu

Sin lugar a dudas, los niños son una parte fundamental en nuestra escuela, pues suponen las bases de futuros estudiantes y posibles profesores. Pero lo más importante de todo, es que representan los brotes de futuras personas adultas, que son los que dirigirán los destinos del país y de sus vidas. Su formación como seres humanos equilibrados es, por lo tanto de especial relevancia.
Y es en estas tempranas edades donde se debe comenzar a formar un ser humano en los aspectos de la ética y moralidad, la disciplina y la cultura del esfuerzo. Y es responsabilidad de los progenitores procurar que sus hijos obtengan la mejor de estas cualidades y las desarrollen como herramientas necesarias para su formación. Nosotros como escuela, solo podemos poner a disposición de esos padres los medios para conseguir perfilar esas herramientas de formación emocional.

Y podría establecerse una analogía entre el niño y sus padres con un jardín y su jardinero; El niño es como un jardín, que va creciendo en todos los sentidos y corresponde a los padres cuidar de él, de ir eliminando las malas hierbas que pueden crecer en él, de proporcionarle riego y abono para que crezca adecuadamente. Si descuidamos solo un poco ese jardín, acabaremos creando una selva, en la que seguramente nos perderemos con el tiempo.

De ahí que siempre insista mucho en la responsabilidad de los padres en la formación del niño/a también como alumno, como practicante de Kung-fu Shaolin. Es absolutamente indispensable que los padres apoyen a sus hijos en las actividades que éstos desarrollan en la escuela; Que les acompañen a competiciones, exhibiciones o cursos en la medida de lo posible, porque todas estas actividades tienen un trasfondo poco comprendido, que no es otro que el de fomentar los valores intrínsecos de las artes marciales: la solidaridad, humildad, respeto, esfuerzo, etc. Es precisamente en esos eventos donde mejor se puede poner a prueba esas facultades adquiridas y potenciarlas. Los padres que apoyan a sus hijos en la participación -no forzada- de estos eventos, observarán que sus hijos van consiguiendo poco a poco estabilizar sus emociones, progresar en sus estudios, controlar su carácter y sentirse mejor. Está demostrado que con el tiempo, la práctica de las artes marciales -no deportes de contacto- potencia y refuerza la capacidad de estudio y de atención del niño, por lo que es un inmenso error sacar al niño que ha obtenido malas notas de las clases de Kung-fu como castigo. (A lo largo de estos 28 años de enseñanza he asistido por desgracia a muchos fracasos escolares, propiciados precisamente por errores como este)

En definitiva, la implicación de los padres en las actividades desarrolladas por el niño en la escuela debe ser completa, animándole a superarse día a día, pues como se dice en una conocida película de Kung-fu: "El Kung-fu está en cada gesto que haces durante tu vida; el Kung-fu es la vida misma".

Animamos desde aquí a todos los padres a que inscriban a sus hijos -dentro de sus posibilidades- en los cursos como el próximo Seminario Nacional.

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