Las lesiones en el Kung-fu (1ª parte)


El monje Yan Guo cogió impulso y en apenas tres pasos, su cuerpo se elevó como un rayo por encima de la altura de nuestras cabezas, imprimiendo a todo su cuerpo un vertiginoso doble giro, mientras soltaba a la vez dos potentes patadas y caía luego en un perfecto equilibrio con las piernas totalmente abiertas sobre el suelo. Tras esa prodigiosa demostración de dominio de la técnica y la potencia de salto, se levantó como si nada. Cualquiera de nosotros, de haber sido capaz de hacer algo así, se hubiera roto por algún lado.


En mis dilatados años de experiencia en la enseñanza, he podido comprobar el cambio profundo que ha experimentado el estudiante medio en nuestras escuelas y creo que en casi todas las artes marciales en general.

Si bien la condición física de los estudiantes puede haber mejorado con los actuales métodos de entrenamiento, hay una manifiesta merma en ciertos aspectos que creo son relevantes en su desarrollo completo. Y me refiero a que nuestra sociedad occidental, en beneficio del confort, del esfuerzo mínimo y de la imagen superficial, ha ido perdiendo algo en el camino, que es el esfuerzo del espíritu, la capacidad de sacrificio, la persistencia y el valor. Lo que nosotros venimos llamando el “espíritu guerrero”. Hay una manifiesta dicotomía entre el trabajo físico y el trabajo de la mente. Y eso ha hecho que los estudiantes de hoy, sean en ese sentido mucho más débiles, sucumbiendo con suma facilidad ante las adversidades del entrenamiento y de la vida. Y esta es la tónica general, aunque hay obviamente honrosas excepciones de practicantes que comprenden esto y siguen un entrenamiento desde el corazón y el alma.

Hoy en día es muy difícil ver a estudiantes capaces de aguantar los duros entrenamientos tradicionales, lo que produce estudiantes mediocres –sin ánimo de ofender a nadie-, aunque esto parece no ser relevante pues nuestra sociedad promueve la cultura de la mediocridad y superficialidad de la imagen en todos los sentidos. Aquí parece que casi todo vale. Así, todos contentos. Vivimos en una sociedad de las apariencias. Ante cualquier adversidad o mínima lesión, el estudiante de hoy en día se queja desmesuradamente, deja de entrenar y muchas veces eso acaba propiciando el que abandone las artes marciales. Y estas circunstancias lo que hacen es modelar el carácter de los estudiantes, que buscan superar los listones de las exigencias del entrenamiento, pasando por debajo de los mismos.

Cualquier actividad física es en realidad una actividad psico-física, es decir, modifica o condiciona el estado mental del practicante y lo mismo sucede a la inversa. Una mente y un carácter débil influirán sobre la capacidad de sacrificio y consecuentemente sobre la condición física que se pueda o se desee alcanzar.

Un estudiante con una actitud mental pobre y débil, tenderá a tener también una disposición a lesionarse con mayor facilidad –por somatización de la motricidad-, y si esto ocurre, necesitará también de mucho más esfuerzo y tiempo para recuperarse de las lesiones. Su condición física estará limitada por su actitud mental, y ésta, determina su capacidad de recuperación. Así, muchos alumnos, que han pasado por una lesión más o menos relevante y han estado una temporada sin entrenar, cuando regresan a las clases, tienen bastantes dificultades para volver a recuperar el ritmo y la forma física que tenían, y eso afecta psicológicamente. Y algunos no superan esta etapa, quedándose por el camino.

Afortunadamente, en nuestra escuela, salvo hechos puntuales, las lesiones nunca han sido serias. Esto, en gran parte es debido al método de entrenamiento en el que prima la salud por encima de los logros deportivos, y por la idea que se inculca a los estudiantes de comprender lo que hacen y cómo deben hacerlo. El límite lo ponen siempre los mismos estudiantes, teniendo claro la premisa que dice que “los resultados son proporcionales a la inversión realizada en esfuerzo”.

Muchas lesiones vienen dadas o se producen por una mala práctica, sin duda, pero también por dejadez y descuido –desatención- de los propios practicantes y en ocasiones de los mismos profesores. Descuidar los detalles técnicos de las técnicas, sean cuales sean, es un grave error, que solemos cometer cuando buscamos resultados rápidos. Muchas veces se han visto tirones musculares, pequeños esquinces y lesiones similares como consecuencia de un mal calentamiento. No podemos pretender realizar saltos con giros sin haber calentado anteriormente las cadenas articulares y musculares que se ven implicadas en los movimientos. Y el calentamiento, como veremos más adelante, implica también trabajar con los meridianos y el ‘interior’ de nuestro organismo. Y si vamos aún más a fondo en el tema, veremos que todo tiene origen en nuestra mente, que es la que dirige, controla y ordena todo nuestro proceso biomecánico y psicosomático. De ahí que, en las clases habituales se comience con una breve sesión de algunos minutos de Zuo Chan (meditación) o Zuo Wang (sentarse en paz), donde se busca encontrar el estado óptimo de nuestra mente para afrontar el posterior trabajo.

Shi Yan Jia

(Continuará)

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