¿Están las artes marciales en decadencia?

Es cierto que es difícil establecer cuando un arte o una ciencia está en decadencia…en el caso de las artes marciales me atrevo a afirmar que sucede así debido a lo que nos muestran dos factores que considero hechos clave de los que habo aquí, y que percibo al moverme por de ámbito y a convivir con gente del mismo.

Estos factores son:

A – Al margen de las modas pasajeras, mi sensación es que el número de practicantes de artes marciales ha disminuido (al menos los que las practican con asiduidad y por motivos no relacionados con una profesión que se lo exija). Esto a nivel mundial, e incluso sin tener en cuenta la cantidad de población (o sea, debería haber más practicantes solamente por el hecho de que aumentó la población en el mundo).

B – Salvo algunas excepciones puntales, en promedio el número de competidores en torneos o competencias y exhibiciones de casi todas las artes marciales (sean consideradas deportes o no) también es menor.

Lo segundo casi con seguridad es consecuencia de lo primero, ya que siempre los practicantes de artes marciales que se dedican a competir más o menos frecuentemente, son menos que los que sólo aprenden o entrenan de forma recreativa. Es evidente que si hay menos practicantes por tanto habrá menos competidores.

A su vez, el que haya menos competidores implica que para llegar a ser campeón en un peso dado, se necesita menos esfuerzo (menos combates) que cuando el número de participantes en un torneo es mayor.

Suponga entonces por un momento que mi análisis es cierto. Volvamos entonces a la pregunta que motiva este post: ¿están las artes marciales en decadencia?

Creo firmemente que esto no es algo que pueda explicarse dentro del ámbito marcial exclusivamente, sino todo lo contrario: las artes marciales, los deportes de combate o los deportes de lucha están en decadencia por ciertas razones muy simples, a mi modo de ver, pero principalmente por las dos siguientes:

1) – A la gente, en general, no le gusta esforzarse para lograr algo: prefiere lo fácil. El espíritu de sacrificio cada vez es menor. La cultura del “ganarse el pan con el sudor de la frente” no está precisamente de moda.

2) – Oriente está en decadencia, o avasallado culturalmente por occidente. Esto incluye a la filosofía oriental (salvo el “resurgir” descafeinado de la new age y similares), de las que se nutren la mayoría de las artes marciales, o la que nutren las artes marciales, ya que en muchos casos es (o era) un circulo que retroalimenta ambas disciplinas .

3) – Relacionado con los dos puntos anteriores:

3.1) – Cada vez se tiene menos paciencia: se prefieren los resultados rápidos.

3.2) – Cada vez importan menos las habilidades no visibles: se prefiere la búsqueda de los títulos y el currículo por un lado; y la “belleza” o la “estética” mal entendida (musculación, cuerpo, gimnasio), por el otro.

Pasaré a hablar en detalle de cada uno de los puntos anteriores.

1) – Sobre la “apatía” (podríamos denominar) y el “ritmo de ciudad” que envuelve en general a la generación actual (jóvenes y “adultos”, siempre hay excepciones, por suerte). Es innegable que desde siempre el ser humano tiende hacia la comodidad, lo cual es totalmente loable y (en cualquier caso) inevitable. Pero esto no significa que olvidemos que las victorias más sabrosas son aquellas que implicaron un esfuerzo, una dedicación, que a la que no cualquiera puede acceder. Precisamente por eso: porque implica un esfuerzo, implica un sufrimiento mayor al normal, no tenemos que olvidar que también la recompensa puede ser (aunque no siempre) mayor de lo normal, única, exclusiva, especial, algo que no está al alcance de cualquiera en definitiva.

Pero esta tendencia al sedentarismo mal entendida y vivida, podemos es más patente actualmente porque, a diferencia de lo que ocurría antes, esto se manifiesta incluso dentro del propio tatami, dependiendo el caso.

Muchas veces, por ejemplo, se ve que chicos fueron mandados a practicar o entrenar por sus padres con el único objetivo de “llegar a cinturón negro”, sin importarles muchas veces el “pequeño detalle” de que su hijo se da cuenta de que el arte marcial que está practicando no le gusta, o simplemente no es algo para lo que él esté hecho (no todos nacemos para practicar cualquier cosa, es bien sabido).

Los padres, en este caso, son los responsables directos de que su hijo no preste atención al profesor o al maestro en la clase del un arte marcial. Pero muchas veces no son los únicos responsables, el propio profesor o maestro está implicado en esta “culpa”, y para entender esto aquí tenemos que hablar (cuando no) del dinero y la política, dos cosas que son prácticamente sinónimas…

Cuando un profesor tiene un gimnasio muchas veces (aunque por supuesto no siempre) su prioridad es mantenerse con lo que gane en ese gimnasio, lo cual es un hecho totalmente licito y entendible. Sin embargo, la necesidad de conservar a sus alumnos (clientes) hace que en muchos casos el profesor “omita” el decirle a los padres de un chico, claramente, que a su hijo NO LE INTERESA practicar el arte marcial en cuestión. Esto último es, ya sí, algo NO totalmente lícito y entendible (moralmente hablando al menos).

Ya lo dijo Jigoro Kano (creador del Judo): “El Judo no debe ser revestido con una etiqueta nacional, racial, política, personal, sectaria.”. Y por algo lo dijo, no la historia demuestra que no se equivocaba. Inevitablemente, el judo como casi toda arte marcial que fue adoptada por occidente, se vio a largo plazo, luego de la muerte de Kano, implicado en política (y dinero) a tal punto que se perjudica a veces a sí mismo… los resultados de esto están a la vista…: las artes marciales están en decadencia.

Vemos entonces que la política se mezcla con la decadencia, con el dinero y con el sedentarismo. Y vemos también que esto lamentablemente no es un problema que afecte exclusivamente a las artes marciales, sino que también se ve en la falta de practicantes de deportes o disciplinas verdaderamente duras como el montañismo de expedición.

No es casualidad que el nombre de casi todas las artes marciales japonesas modernas (y algunas no japonesas) contenga la sílaba o el ideograma “DO”. “DO” significa camino o doctrina, y como tal no puede más que implicar un esfuerzo continuado en una misma dirección para lograr algo: los resultados instantáneos están totalmente al margen de las artes marciales, y quizás por eso las artes marciales están quedando al margen de una época que busca resultados inmediatos como es la actual.

En definitiva, se ha olvidado o no se quiere ya aceptar que, tal como nos enseña una vez más una de las máximas de Jigoro Kano “El fracaso en la competición y en el entrenamiento, no debe ser motivo de desaliento o aflicción, pero es señal de la necesidad de una mayor práctica y de esfuerzos mas continuos”.

2) – Sobre la decadencia de oriente culturalmente hablando, poco puedo decir como artista marcial más que lo que ya he dicho.

Pero hay algo que es necesario recalcar: las artes marciales inundaban todo el sistema educativo oriental, y aunque incluso hoy en gran medida se mantienen estas tradiciones más que en occidente (donde nunca se llegó a implantar del todo), ya no sucede en algunos casos tan estrictamente como sería deseable.

Las artes marciales, “modificadas” en o por occidente, retornaron a oriente con ciertas mejoras técnicas en muchos casos, pero (sobre todo) con la decadencias a nivel filosófico y educativo que implica la “competitividad” mal entendida (ganar es el objetivo final) y el “propietariado” (todo tiene un dueño, todo es venido o comprado) que caracteriza a la civilización occidental contemporánea.

Si un arte marcial no se entiende como una forma de educar a una persona, una forma de autoeducación o (mejor dicho) de autodisciplina, no se logrará nunca que las artes marciales se perpetúen, sino todo lo contrario, lo que ocurre hoy: que involucionen. Que se pierdan en meras prácticas aisladas como un divertimento más, desprovisto de una filosofía o de una razón de ser. Por algo Jigoro Kano dijo: “El valor de una cosa depende de la forma en que se aborda mentalmente, y no de la cosa en sí misma.”

Las artes marciales no se ven ya (en general) como una forma de vida, sino como un simple “pasatiempo” más de una sociedad ociosa, aburguesada, como es en general la sociedad occidental u occidentalizada, a-culturizada del oriente actual. En general las artes marciales se deportivizaron, y este es el lamentable efecto secundario (aunque para nada necesario, depende del maestro y del alumno). Se me antoja llamarlo el síndrome de “ver los juegos olímpicos por televisión tirado sobre un cómodo sillón, pese a que nunca he practicado deporte” o el síndrome de “práctico deporte porque voy al gimnasio ha hacer sociales”.

O también, se entienden como una forma de matar, atacar o defenderse simplemente. Una “forma de combate” no un arte marcial. Se ha olvidado que las artes marciales forman “artistas”, no “combatientes”. Para esto último existen las carreras militares. En las épocas de las armas de fuego “populares” y disponibles para cualquiera, poco sentido tiene dedicarse a las artes marciales para atacar o defenderse solamente.

3.1 – Las clases no suelen durar tanto tiempo como duraban antes. Ahora, a nivel amateur, practicar una sola hora tres veces por semana, donde se incluye la parte física, suele ser lo usual. Anteriormente al menos se entrenaba físicamente una hora más por día, y solía agregarse incluso algunas horas más por semana (dependiendo el caso y en promedio, por supuesto).

El que las artes marciales no se puedan aprender “de la noche a la mañana” exaspera a los occidentales desde hace mucho. La prueba lo constituye el que tradicionalmente en oriente no existían más que los cinturones blanco y el negro. Se llegaba a cinturón negro simplemente cuando el blanco estaba lo suficientemente sucio. Así la experiencia y el rango jerárquico eran verdaderamente proporcionales al esfuerzo y las “caídas” (en judo literalmente) de los practicantes. No, a nadie se le ocurría ensuciar a propósito el cinturón, no pensaban tan ruinmente como lo hacemos ahora, se regían por otras normas, los motivaban otros fines, ni mejores ni peores, sólo moralmente distintos.

No es casualidad el que en la sociedad occidental u occidentalizada esto se de dentro de un ritmo social frenético e imparable, donde hay que llegar al trabajo a una hora determinada, donde se tiene que tener la computadora más rápida pese a que no es en realidad necesario, donde se tiene toda la vida estipulada y programada en función del reloj y no hay tiempo para perder.

3.2) – Conozco gente que realiza un cursos de perfeccionamiento en artes marciales con el único objetivo de mejorar su currículum vitae, y no son pocos… Usted, aunque no practique ninguna arte marcial, coincidirá conmigo en actualmente se persiguen los títulos y diplomas mucho más que antes. Y no como una consecuencia lógica del saber adquirido, que demuestre y confirme lo que aprendimos, sino como un fin en sí mismo, ya que de ello dependerá conseguir un trabajo, ganar más dinero, y “mejorar la vida” (sólo materialmente hablando) para el común de la gente. Las artes marciales no han quedado ajenas de esta carrera por las “buenas referencias”: policías, bomberos, agentes de seguridad, etc. mejoran su curriculum cuando se menciona que son cinturones negros de esto o aquello.

Si combinamos esta necesidad de demostrar lo que sabemos con un papel para conseguir un trabajo (y no con un examen, como debería ser) con el afán de lucro y poder que existe en las federaciones de artes marciales al mezclarse estas con política, las consecuencias negativas son evidentes:

– Muchos “saben” (léase, están titulados o matriculados para ejercer) artes marciales, porque han pagado lo suficiente y han aprobado los cursos de forma lamentable, ya que los requisitos para lograr titulaciones son cada vez más inversamente proporcionales al precio que se paga por ellas. Estos muchos no han alcanzado el contenido real, la riqueza interior que uno reconoce al dominar en alguna medida un arte marcial, sólo poseen el traje y el cinturón.

– Al mismo tiempo, muy pocos SABEN (léase, son artistas marciales y/o profesores que dominen el arte marcial en cuestión tal como acredita su título) ya que pocos se esfuerzan por algo más que por el título. Es decir, ven el título como una consecuencia de lo que saben, y no a la inversa, tal como entiendo debe ser.

Pero la búsqueda de apariencias vacías no se limita a perseguir títulos, diplomas y acreditaciones que no reflejen la realidad de lo que se sabe, sino también a una mejoramiento de lo que llamo “estética mal entendida”.

Existe un “culto al cuerpo”. Debemos vernos “lindos”, y con aspecto saludable. No importa si para ello debamos usar toneladas de cosméticos, broncearnos artificialmente, tomar anabólicos o realizarnos cirugías estéticas a gran escala.

Como la practica de artes marciales no nos hace necesariamente más lindos de lo que somos, aunque seguramente sí más saludables, esto aleja a posibles candidatos. Mucha gente preferirá verse en el espejo de un gimnasio mientras levanta pesas, antes que aprender a realizar una lucha o un kata, pensado que con lo primero persiguen una mejora estética mucho más segura y rápida, cuando en realidad la estética bien entendida está en el kata, o en el dominio del cuerpo y los músculos al realizar un combate; en la forma de desplazarse y de controlarse que se logra al practicar un arte marcial con sacrificio y dedicación (es decir, la única forma posible de practicarla EN SERIO). Por supuesto, el ir a un gimnasio es algo complementos válido, ya que en algunos casos son lugares para la práctica de disciplina tan respetables como el fisicoculturismo, pero en general no puede decirse (como me ha tocado escuchar) “yo hago deporte”, y tras preguntarle qué deporte practicaba decirme “voy al gimnasio”. Porque, dicho sea de paso, los gimnasios son consecuencias de una forma de vida social, de la búsqueda de la sociabilidad (y de la estética, como ya dije) mientras se realiza ejercicios. La prueba de ello es muy simple: salvo contadas excepciones, prácticamente todo lo que se hace en un gimnasio se puede hacer en nuestra propia casa o saliendo a un parque, y sin pagar por ello un centavo o, si se quiere, invirtiendo mucho menos de lo que se gasta en un par de meses de cuota en una o dos máquinas para realizar ejercicios.

De la misma forma en que muchos prefieren verse bien antes que estar bien, muchos prefieren consumir edulcorante a limitarse en el consumo de azúcar, tomar jugos artificiales a naturales, o comer comida precocinada a cocinárselas ellos mismos. Todo para “hacerlo más fácil”, o por no “perder tiempo” en hacerlo, o “gastar más dinero”, por poner solo algunos ejemplos con sus respectivas excusas.

Por último, no podemos negar que hay algunas cuestiones que siempre, de forma crónica, han contribuido a que las artes marciales no sean del todo populares, lo cual no está mal, ya que tradicionalmente ha equiparado a un “cinturón negro” con algo tan difícil de conseguir en otros ámbitos educativos como puede ser un doctorado universitario. Estas cuestiones que distinguen a las artes marciales son:

a – En las artes marciales en principio hay que aprender a obedecer para aprender, y a casi nadie le gusta acatar ordenes: se prefiere mandar

b – Las artes marciales se suelen relacionar exclusivamente de forma errónea con el uso de la violencia. Parece “sonar” siempre con más fuerza la palabra “marcial” que la palabra “arte”.

c – No todas las persona disponen de la capacidad psicomotora como para avanzar en el aprendizaje de un arte marcial…o de la paciencia que lo compense.

d – No todas las personas disponen del tiempo y/o el dinero necesario para practicar artes marciales…o quieren invertir en ello (no es “negocio”).

e – No todas las personas tiene el valor de animarse a todo lo anterior…quizás el factor fundamental.

Sin embargo, pese a lo dicho hasta ahora sobre la actual decadencia de las artes marciales, podría objetárseme con razón que sigue habiendo practicantes de judo, kung fu, karate, taikowndo, kendo, sipalki, capoeira, aikido, y de todas las artes marciales y deportes de combate, tan buenos como en todas la historia de las artes marciales ha habido. Eso es indudable, y demuestra que una institución puede estar en decadencia, pero esto no significa que lo esté lo principal, lo que sigue determinado la excelencia en la práctica de un arte corporal: el esfuerzo personal e intransferible del artista marcial que las practica.


(Articulo extraído del Facebook, del que no conozco su autor)

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