El camino equivocado…

Son muchas las escuelas y maestros occidentales que venden humo en forma de pretendida espiritualidad. Palabras y frases de guerreros, de héroes y demás fauna se dicen y se oyen muchas veces como ecos de fracasos personales y de caminos recorridos en sentido errático. Pero es, o se queda en pura fantasía, en el intento burdo de imitar las milenarias culturas orientales. Es cuasi un engaño o auto-engaño, porque muchos, aún sabiendo que nada de lo ofrecido obedece a una realidad tangible, siguen adhiriéndose la etiqueta de pertenencia a tal o cual escuela con su camino espiritual iluminado de luces cual adorno navideño. O quizás se regodean inconscientemente en la ceguera de la luz que les proyecta su maestro, aun cuando éste, lo que tiene, es una linterna. La realidad es otra…

Aun así, existen escuelas y maestros que si recorren ese camino. Y lo hacen, no vendiendo nada ni predicando las bondades de su filosofía, sino actuando tal y como son. Ellos son esa filosofía. Basta observarlos, seguirlos sin prejuicios para darse cuenta de lo que hay detrás de sus apariencias. No van disfrazados de nada, ni venden una imagen pública, mientras en lo privado actúan de otra manera. Son lo que son, y quienes tienen la valentía de seguirles, a pesar de todo, podrán descubrir la autenticidad de lo que enseñan. Sin reservas, sin secretos ni historias extrañas. Dándolo todo por sus alumnos, en la medida que éstos sean capaces de asumir lo que aprenden. Les deja libertad de acción y decisión, porque solo así pueden crecer. Solo así pueden abrir los ojos a la realidad del camino filosófico a seguir. Solo así pueden desplegar las alas del conocimiento y echar a volar en su momento.

Pero estos alumnos también han de estar dispuestos a ser sinceros, a entregarse por completo a las enseñanzas, sin titubeos, con persistencia y humildad. Han de estar dispuestos a no poner en duda las enseñanzas, aunque sí a ser críticos con lo que hacen.

Muchas veces sucede que el maestro enseña cosas muy profundas y relevantes, sin apenas indicar nada al alumno. Sin pronunciar palabras ni explicar nada. Solo se ha de comprender. Para ello solo se ha de llevar “el vaso vacío”. Han de estar ahí, sin perderse ni un solo momento. Solo con su presencia, los verdaderos maestros pueden transmitir muchas cosas.

Cuando el maestro te indica o señala un error en tu técnica, y tú no haces caso ni la corriges, entonces habrás dado un paso en la dirección equivocada. Dirigirás tus pasos por un camino erróneo, que no te llevará muy lejos. Y cuando esto sucede varias veces, se vuelve una actitud, y entonces ya habrás perdido el vínculo que te podía unir a tu maestro. Le habrás decepcionado…

Cuando en una escuela, el maestro programa actividades fuera de los horarios habituales de entrenamiento o clases, tomando tiempo de su tiempo libre, todo alumno que de verdad quiera seguir el camino de aprendizaje correcto, debería hacer lo posible por asistir. No hacerlo, o mostrar desinterés, es evidenciar su desconocimiento del camino elegido. El camino de Shaolin, engloba muchos aspectos, muchos de ellos culturales, que son esenciales para comprender mejor lo que se está practicando.
Cursos y entrenamientos monotemáticos, charlas filosóficas, meditaciones, ceremonias y celebraciones, también forman parte de la cultura de Shaolin. Y cuando menos, el verdadero discípulo ha de estar presente en todos ellos, porque por ese medio, está haciendo patente su compromiso con su maestro y la escuela. Está demostrando que le interesa todo lo relacionado con Shaolin, pero sobretodo, demuestra con hechos su inquebrantable fe en su maestro.

La disciplina, los valores éticos, la paciencia, la humildad y la perseverancia, son algunos aspectos inherentes a la práctica del Kung-fu de Shaolin. Sin todo ese bagaje, es muy difícil, por no decir imposible, alcanzar metas lejanas en nuestro aprendizaje. Es como emprender un largo viaje sin llevar nada para el camino. No puedes ir muy lejos…


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