Estructuras…
La respiración es lenta, pausada, profunda… La mirada centrada en un espacio indefinido, pero muy alerta y consciente. El cuerpo en calma y la mente centrada en estar alerta. El primer movimiento surge de la nada, en una trayectoria armoniosa, con una extraña suavidad y lentitud, pero visiblemente cargada de una intensa energía, como preparando algo. De pronto, otro movimiento estalla en el aire a la velocidad del relámpago, y el rostro apacible y tranquilo se transforma en otra expresión de furia y fuego. Otra cadena de movimientos muy vigorosos y tremendamente rápidos se sucede en todas direcciones, imprevisibles. Se percibe una intensa energía en el aire…
Cada golpe de mano, cada patada rasga con su velocidad el aire, buscando blancos imaginarios. Espacios de aparente calma se intercalan entre la vorágine de golpes. La mirada dirige la intención, el corazón. Ha comenzado la forma, Qixingquan…”
La ejecución de las formas de Shaolin, no son una mera acumulación de técnicas, más o menos vistosas que obedecen a patrones preestablecidos. El trabajo profundo que con ellas se desarrolla, va mucho más allá de esta idea simple. Los monjes budistas utilizan la práctica de las técnicas de las formas como medio para alcanzar su yo profundo, su interior, su unidad con el todo. Es pues, específicamente en Shaolin, una práctica propia del budismo de esta escuela, la que busca alcanzar estados de conciencia superiores.
Cuando vemos a un experto o un monje, realizar alguna de estas formas tradicionales, podemos apreciar que hay algo en lo profundo de cada gesto, de cada mirada. Algo que es quizás indefinible, que se escapa a los conceptos preestablecidos y que está fuera del espacio y tiempo. Cuando comprendemos esto y sabemos apreciarlo o diferenciarlo, nos será muy fácil distinguir a un deportista marcial de un artista marcial tradicional o un guerrero de Shaolin. Hay algo significativamente distinto que marca una diferencia. Hay una expresión y una estructura detrás de las formas tradicionales que es como un traje en el que ha de enfundarse el practicante y manifestar con sus acciones, la singularidad de esa forma. Así el Kung-fu sale de tus huesos, de tu corazón y tu mente y es expresado mediante las acciones corporales, o lo que denominamos técnicas del estilo.
Pero esto es en realidad el resultado de una práctica exhaustiva y prolongada de los Jibengong, las técnicas de base del estilo. Esto ocurre con el taolu Qixingquan, pero es igual para cualquier otra forma. Entendemos en Shaolin que la práctica realmente importante no es el desarrollo de la forma en sí, si no su trabajo de base, de repetición de los detalles, del sentido de cada movimiento. Luego se unen diferentes cadenas de movimientos, con características similares y ya tenemos una forma.
Es por ello que decimos que la acumulación de formas, no significa que tengas un gran conocimiento del estilo. Esas formas han de ir precedidas de un trabajo de estructura interna, de desarrollo de sus cualidades específicas a través de los Jibengong. De ahí que, coleccionar formas, no te hace poseedor de su profundo conocimiento. Solo sabrás formas, poco más. Formas sin estructura, que se parecen – a veces mucho- a las tradicionales.

Cuando no tienes un trabajo continuo y profundo del Jibengong detrás de las formas, tus movimientos y ejecución de la misma te delatarán. Hay algo de vacío en tus gestos, pues difícilmente puedes encontrar su esencia si no la has descubierto y practicado exhaustivamente. Solo así puede crecer en ti esa expresión, esos gestos que pueden pasar de la calma y la suavidad, a la tempestad y la explosividad. Solo así es Shaolin. Solo así es kung-fu…

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