Budismo Chan de Shaolin
De
todos es bien conocido que el budismo es un conjunto de enseñanzas con más de
2.500 años de antigüedad, basada fundamentalmente en el desarrollo personal del
individuo. Teniendo en cuenta que este desarrollo es principalmente de carácter
espiritual, casi siempre se incluye el budismo entre las grandes religiones del
mundo. Sin embargo, la práctica y enseñanza budista no requiere de ningún Dios
externo, sino más bien del enfoque en la propia evolución del individuo. En
este sentido, quizás sería más apropiado considerar el budismo como una
filosofía de vida.
Como se ha podido constatar, a
lo largo de la historia el budismo se ha desarrollado a través de numerosos
enfoques, aunque su esencia permanece inmutable y es siempre la misma. En esta
introducción se intenta exponer de forma sencilla las bases de la práctica, la
filosofía y las raíces históricas del budismo, sin tener en cuenta ninguna
escuela en especial, sino agrupando las enseñanzas de las principales tradiciones.
Por lo tanto, los siguientes párrafos tratan de presentar los fundamentos del
budismo de manera objetiva, sin entrar en los detalles de las prácticas de las
distintas escuelas.
Miles de textos, igual que
este –basado a su vez de otros enunciados y libros- intentan explicar en qué
consiste el budismo. Aun así, ningún escrito puede satisfacer completamente las
preguntas relacionadas con estas enseñanzas, ya que el camino budista se
fundamenta principalmente en la experiencia, en la práctica, en la cotidianidad
de la vida diaria, por lo que las palabras nunca pueden abarcar a esclarecerlo
o explicarlo todo. La experiencia directa no puede ser transmitida…
Mi Maestro Shi
Yan Ao, me explicaba que el budismo puede ser considerado una filosofía
de vida con un fuerte trasfondo espiritual. Incluso con trazos evidentes de
psicología aplicada, lo que denominamos metafísica. Pero también puede verse
como una religión que exige al practicante introducir una serie de pautas
filosóficas en su vida diaria. Diría que es complicado establecer, de forma
estricta si el budismo es una filosofía o una religión. Entre otras cosas
porque el budismo se originó en Oriente, donde la filosofía y la religión van
estrechamente unidas por conceptos, cosa que en Occidente es mucho menos clara.
La raíz fundamental del
pensamiento budista se origina en la idea del sufrimiento, lo que es y lo que
significa para el individuo. Tras nacer, todos tenemos que enfrentarnos a la
vida en las condiciones que por circunstancias nos haya tocado vivir. Tales
condiciones pueden ser mejores o peores. Así, a lo largo de nuestra vida
siempre surgirá en mayor o menor medida, un sentimiento de insatisfacción, de
rechazo hacia las condiciones de nuestra existencia. Ese sentimiento es parte
de lo que en budismo se denomina sufrimiento.
En la medida en que ese
sentimiento, el del sufrimiento, se haga más intenso o adquiera más relevancia
en nuestra vida, trataremos de buscar las raíces del problema y distintas vías
para hallar una solución. Esa búsqueda de explicación y de soluciones indica el
comienzo de nuestro despertar espiritual. De hecho, en el momento en que
comencemos a formularnos preguntas del tipo ¿Qué es lo que me ocurre?, ¿Por qué
no estoy en paz?, ya hemos comenzado a recorrer un camino espiritual. Y cada
cual recorrerá ese camino con las ideas y recursos que tenga y que crea válidos
y adecuados en cada instante.
El budismo es un camino
espiritual como muchos otros que se han desarrollados en la humanidad. En este
caso se basa en la experiencia de Siddharta Gautama, llamado el Buda,
un príncipe indio nacido hace unos 2.500 años cerca de la frontera con Nepal.
Su búsqueda le llevó a lo que él denominó la felicidad absoluta e
incondicionada. Desde entonces muchas personas se han interesado y han seguido
las pautas del camino espiritual que él recorrió.
El budismo no es un camino
para ir a un lugar en concreto, sino que supone una especie de vuelta a casa,
al mundo interior de cada individuo. Esto significa que, en muchos sentidos, el
budismo supone más un desenredo de nuestra mente actual que no un acceso a
nuevas realidades o dimensiones. El objetivo principal del budismo es que cada
ser pueda desarrollar el máximo potencial de felicidad en esta vida. Este
desarrollo de cotas cada vez más altas de calma y felicidad acabará incluyendo
a los demás seres que forman parte de nuestra realidad.
Asimismo, el budismo es
fundamentalmente un camino de experiencia personal y no de creencias ciegas. No
existe ni se exige el concepto de fe ciega en las creencias y enseñanzas. Si
acaso, la única fe necesaria es la misma que se necesita para consultar un mapa
de carreteras. Por tanto, la duda es algo fundamental y positivo en el budismo.
No obstante, aun considerando
que cualquier explicación se puede ver de formas distintas, existen una serie
de conocimientos objetivos acerca del budismo que pueden ayudar a comprenderlo.
Si estás interesado en este camino, es probable que estas explicaciones te
ayuden a introducirse en él. Si no es así, lo mejor es que se siga la vía espiritual
que se adecúe más a sus creencias.
Las cuatro verdades nobles
Según la tradición, tras una
vida llena de placeres en la corte, Siddharta realizó unas salidas de palacio
en las que quedó profundamente impactado por la existencia del sufrimiento. En
dichas salidas conoció por primera vez la enfermedad, la vejez y la muerte.
Ello le llevó a renunciar a su título de heredero y a escoger una vida ascética
para encontrar una solución a estos problemas ligados a la existencia del ser
humano. Tuvo diferentes maestros que le enseñaron distintos métodos de vida y
meditación. Pero con ninguno de dichos maestros encontró una solución
definitiva para el sufrimiento.
Un día comprendió que había un
sutil camino medio entre la ascesis y la indulgencia que llevaba a niveles muy
elevados de comprensión espiritual. Con éste descubrimiento, se sentó bajo un
árbol con la firme promesa de no moverse hasta encontrar por fin la solución al
problema del sufrimiento humano. Finalmente llegó su despertar definitivo, su
iluminación, que conllevaba el cese del sufrimiento. A partir de ese momento se
dedicó a enseñar su método para que los demás también pudiesen alcanzar la
iluminación espiritual. Desde entonces fue conocido como el Buda, “el que ha
despertado”.
El método budista se basa en
las llamadas cuatro nobles verdades:
ü La verdad
de la existencia del sufrimiento.
ü La verdad
de que el sufrimiento tiene una causa, el deseo.
ü La verdad
de que si eliminamos esa causa se elimina el sufrimiento.
ü La verdad
de que para eliminar esa causa existe el noble óctuple sendero.
El método es similar al usado
por la medicina de la época, y de hecho Buda afirmaba que él era un médico para
la enfermedad del espíritu y que su enseñanza era la medicina. En definitiva se
realiza una diagnosis del principal problema de la existencia del ser humano,
tras la cual es necesario un tratamiento. Dicho tratamiento es el noble sendero
óctuple.
El noble sendero óctuple
consiste en:
1. Recta
visión o recto entendimiento.
2. Recto
pensamiento
3. Recta palabra
4. Recta
acción.
5. Recto modo
de subsistencia.
6. Recto
esfuerzo
7. Recta
atención
8. Recta
concentración
Así, las dos primeras vías de
acción corresponden a la sabiduría, la tercera, la cuarta y la quinta, a la
moral, y la sexta, la séptima y la octava a la meditación. Todos estos factores
son importantes en el camino budista y dependiendo de la escuela, tradición o
maestro, se enfatizan más unos u otros.
Este noble sendero óctuple
constituye la base de práctica del budista, sus herramientas para lograr un
progreso en la realización de su esencia espiritual como ser humano y alcanzar
la felicidad incondicionada a través del cese del sufrimiento. Eso denominamos
la iluminación.
Ch’an
El Ch’an es una tradición
budista desarrollada en China. Las enseñanzas fueron introducidas, según la
historia, en el Templo Shaolin original por el monje indio Da Mo o Bodhidharma
y constituyen una unión entre budismo tradicional Mahayana y los
conocimientos taoístas previamente existentes. Según el maestro Wu
Nan Fang, uno de los máximos exponentes del Kung-fu más tradicional de
Shaolin, el Ch’an contiene un porcentaje de enseñanzas confucionistas, fruto
del desarrollo de una cultura muy arraigada en aquellos tiempos en el país.
Así, esquemáticamente, podríamos decir que el budismo Ch’an tiene un 70% de
enseñanzas originales del budismo, que representa la mente y el camino del
corazón, un 20% de conceptos taoístas, que representa la quietud y la
naturaleza, y un 10% de enseñanzas basadas en el confucionismo, relacionadas
con el orden de las cosas. Esta simbiosis de elementos filosóficos, constituyen
la base del budismo Ch’an.
El Ch’an establece un enfoque
directo e intuitivo para descubrir la naturaleza esencial del individuo. Se
caracteriza por la simplicidad de sus rituales litúrgicos y por la escasa
importancia que da al estudio de las escrituras con respecto a otras
tradiciones budistas.
Ampliamente extendida en
China, la tradición Ch’an pronto se traslada a otros países como Corea, Japón o
Vietnam. En occidente, a donde llegó a través de algunos misioneros y vía
continente americano, es más popularmente conocida como Zen, su vertiente
japonesa. En Japón tuvo una influencia enorme en la vida religiosa, cultural y
social del país. A pesar de que el Zen japonés es bastante conocido en
Occidente, la información y práctica del budismo es escasa y parcial en los
países occidentales. La tradición tibetana, de la escuela denominada Vajrayana,
por ejemplo, ha tenido mucha más repercusión en nuestra sociedad.
Dentro de esta tradición
budista conviven numerosas escuelas agrupándose en líneas de trasmisión
patriarcal, cuyo origen llega hasta el mismo Buda.
Sutras
Los sutras forman parte del
compendio de escrituras budistas. Dentro de dichas escrituras, los sutras
corresponden a las recopilaciones que hicieron los discípulos de los sermones
impartidos por el Buda histórico.
Aunque para practicar budismo
no es imprescindible un profundo estudio de las escrituras, lo cierto es que
todas las tradiciones y linajes budistas se apoyan en los sutras como una parte
fundamental de sus enseñanzas. Así, disponemos de ejemplos como el Sutra
del Corazón, el del Prajnaparamita, o el Sutra
del Diamante, como alguno de los más conocidos.
La lectura de sutras es
considerada en el budismo como una vía más de liberación, si bien en la mayoría
de tradiciones se utilizan más bien como apoyo para la práctica. Los sutras dan
acceso a las fuentes de la enseñanza budista. Asimismo su lectura ayuda a
entender los planteamientos de la práctica, pues el estudiante puede encontrar
directrices y conceptos que con el tiempo pueden resultar fundamentales para su
comprensión y desarrollo espiritual. Además, los sutras han sido desde siempre
fuente de consuelo e inspiración para aquellos que los leen, y una gran parte
del arte y la cultura de muchos países de Asia se han generado a partir de
estos textos.
Como he mencionado antes, los
sutras del Corazón y del Diamante son dos textos esenciales en la tradición
budista Mahayana y en todas las escuelas budistas que han derivado de dicha
tradición. Su lectura, la profundización en los textos y las posteriores
reflexiones a partir de ellos, son necesarias para el desarrollo en este camino
espiritual.
Preceptos
El objetivo final del
desarrollo espiritual budista es la liberación del sufrimiento. Por tanto,
tanto la vida como la muerte tienen una importancia fundamental para un
practicante del budismo, ya que es en la vida donde quedan plasmadas sus
acciones, y por tanto su práctica, y es en la muerte donde se determina el
resultado de dichas acciones.
Este objetivo final, la
liberación del sufrimiento, genera una visión ética de la vida particular para
los practicantes del budismo. Así, el practicante debe ser especialmente
cuidadoso con sus acciones para evitar todo aquello que pueda causar
sufrimiento, en él mismo y en los demás seres.
Mientras percibimos el mundo
exterior como algo real, el sufrimiento constituirá un hecho real en nosotros y
en los demás seres. Y cada una de nuestras acciones pueden ir dirigidas hacia
que ese sufrimiento disminuya o que se haga mayor. Los preceptos son pues una
guía para que nuestras acciones se orienten hacia la disminución del
sufrimiento.
Al final del camino budista,
el practicante constata lo irreal de lo que muestran los sentidos, es decir, la
inexistencia material de uno mismo y de todo lo que lo rodea. Asimismo, los que
alcanzan un pleno desarrollo espiritual en el budismo experimentan la unión de
su propio ser con el resto del universo. Al llegar a este despertar la
compasión florece en el practicante de forma natural, ya que siente dentro de
sí como el bien o el mal de otros es el de uno mismo y el sufrimiento o la
alegría de uno es también el sufrimiento y la alegría de los otros.
Hasta llegar a dicho despertar
espiritual son necesarios una serie de preceptos, ya que cumplirlos es un
método eficaz para evitar acciones que generen sufrimiento y para debilitar la
solidez del ego, que es esa parte dentro de nosotros que trata de convencernos
de que somos algo único y por tanto aislado de los demás seres. Los preceptos
no son dogmas morales, sino un método para debilitar el ego y sentirnos cada
vez más integrados en la totalidad.
Cuando somos egoístas
reafirmamos nuestro ego intensamente. En cambio, al ser generosos nos olvidamos
de nosotros a favor del bien de los demás. Cuando odiamos percibimos al otro
como un ser completamente ajeno. Sin embargo, al amarlo lo percibimos como si
fuera parte de nosotros.
Muchas veces, las meditaciones
dan sus frutos –el despertar espiritual- cuando previamente ha existido una
observación estricta de los preceptos. Por consiguiente, el practicante budista
necesita comprometerse moralmente al iniciar su camino. Y ese compromiso
seguirá siendo sólido al final de su desarrollo espiritual, ya sin la necesidad
de las obligaciones y los razonamientos, sino de forma natural y espontánea, al
experimentar por él mismo la unidad con todas las cosas.
Los preceptos básicos para los
budistas laicos son cinco:
1. No matar:
no matar seres sintientes.
2. No robar:
no tomar lo que no nos es dado.
3. No mentir:
no mentir deliberadamente de manera que causemos sufrimiento.
a.
En
ocasiones, una mentira puede evitar sufrimientos mayores. Pero la mentira debe
tratar de evitarse a toda costa. Y en caso de producirse, se debe usar solo
para evitar sufrimiento a otras personas y se debe revelar la verdad lo antes
posible.
4. No tomar
substancias intoxicantes: no alterar nuestro estado mental con substancias
externas.
a.
La atención
es fundamental para el desarrollo espiritual en la práctica budista. Las drogas
o el alcohol conducen a una disminución en la atención y en la concentración y,
por lo tanto, nos impiden actuar con claridad y cumplir con el resto de
preceptos.
5. No llevar
una conducta sexual incorrecta: No involucrarse en prácticas sexuales que conlleven
sufrimiento para la propia persona o para otras.
a.
El apego al
sexo acaba siendo causa de sufrimiento. Asimismo una absoluta represión de
nuestra conducta sexual puede provocar rechazo hacia el sexo y por lo tanto
sufrimiento. Por otra parte, el adulterio es contrario a la práctica budista,
ya que conlleva a hacer sufrir a otras personas y a nosotros mismos.
Al contrario de lo que podría
deducirse, que un practicante que acaba de iniciarse trate de cumplir todos los
preceptos budistas de una forma estricta, puede suponer un obstáculo para su
desarrollo espiritual. Al principio de su camino espiritual el practicante
puede no estar preparado para afrontar tal reto, y esto puede hacer surgir en
él el sentimiento de culpa. Si esto se produce, sobretodo en su vida cotidiana,
dichos sentimientos de culpa aumentarán su sufrimiento y, por tanto, lo
alejarán de los objetivos del budismo.
Los
preceptos no constituyen una serie de reglas que el practicante debe imponerse
de forma estricta. En realidad, el practicante debe enfocar su atención en
ellos y asimilarlos como una enseñanza más de su práctica. En las fases
iniciales de su desarrollo espiritual irá así dándose cuenta de cuándo cumple
con los preceptos y cuando no, de cuáles son las situaciones que le llevan
hacia acciones negativas (las que generan sufrimiento) y cuales le conducen
hacia acciones positivas (las que le liberan del sufrimiento).
Con
la profundización en el camino budista, el cumplimiento de los preceptos
surgirá de forma natural, sin tener que pensar constantemente en su
cumplimiento. El propio Buda señaló que la atención es la principal cualidad a
desarrollar para el practicante del budismo. Mediante la atención constante
hacia nuestras propias acciones y hacia lo que nos rodea, no es necesario
preocuparse en exceso por los preceptos, porque la propia atención plena sobre
nuestras acciones hace que los cumplamos de una manera espontánea. Por ello, en
todas las escuelas budistas existen numerosas técnicas para mejorar la
atención. Esto se está aplicando desde hace una decena de años en el campo de
la psicología clínica, con métodos como el Mindfullnes o método de la atención
plena.
Dependiendo de la escuela
budista que se siga, a los preceptos se les da una importancia mayor o menor
desde el inicio del aprendizaje. Por consiguiente, se debe tener en cuenta la
personalidad del practicante a la hora de elegir una escuela concreta para la
práctica. No obstante, en cualquier caso hay que ser conscientes de que las
dificultades para cumplir con los cinco preceptos se debe a un ego demasiado
fuerte y que el camino no se vive plenamente y con sinceridad.
Karma
En sánscrito, la palabra Karma
significa “acción”. La ley del Karma es una manera de traducir la ley física de
causa y efecto a todas las acciones del universo. Al igual que todos los
fenómenos físicos están sujetos a la ley de causa y efecto, de manera que toda
causa (por ejemplo el impacto sobre una pelota) produce un efecto (el
movimiento de la pelota), cualquier acción emprendida de palabra, obra o
pensamiento conlleva un efecto que se manifestará en función de las condiciones
existentes. Si disparamos una flecha, ésta recorre cierta distancia hasta que
finalmente cae al suelo. La gravedad y otras condiciones (el rozamiento, el
viento, la potencia, la humedad, etc.) son las que contribuyen a que caiga en
un determinado lugar, produciendo un efecto.
No obstante, una vez disparada
la flecha, hemos de darnos cuenta de que caerá en alguna parte. Aunque no
seamos capaces de ver por dónde vuela, no podemos mantenernos en la ilusión de
que no va a caer. La flecha irá a parar al suelo, o se clavará en un árbol, o
matará a alguien, dependiendo de dónde, cómo y cuando la hemos disparado. Así,
podemos hacer una prueba y disparar una flecha hacia el cielo, que seguramente
perderemos de vista momentáneamente, pero lo que es seguro es que, tarde o
temprano caerá al suelo. Eso es inevitable. Del mismo modo, todas y cada una de
nuestras acciones, y esto incluye lo que decimos y nuestros pensamientos,
provocan unos efectos. Muchos de estos efectos son visibles a corto plazo (como
la cara de enfado de alguien a quien insultamos) y otras veces no se sabe
cuándo llegarán ni de qué forma (como el rechazo y resentimiento que puede
provocar un insulto pronunciado hace años atrás en determinado momento). A
veces podemos reflexionar o tratar de adivinar sobre cómo serán dichos efectos,
pero es imposible conocerlos con exactitud, pues las circunstancias en que se
manifiestan son imprevisibles, entre otras cosas porque todas las acciones de
todos los seres están enredadas en una red infinita de acontecimientos.
Como nada ocurre sin una
causa, entonces se puede pensar que somos seres sin libre voluntad, es decir,
que nosotros somos el resultado de una infinidad de acciones que nos
precedieron, y que, por tanto, nuestras acciones ya están determinadas de
antemano en función de todo lo que sucedió antes. Pero también se puede pensar
que, aunque estemos condicionados por todo lo que aconteció en el pasado,
nosotros somos los responsables de nuestras acciones en el presente, y por
tanto lo que hagamos ahora, lo que digamos y lo que pensemos, determinará lo
que pase en el futuro.
Si tenemos libre voluntad o
estamos completamente condicionados por el pasado, es un dilema complicado que
cada quien ha de resolver por sí mismo.
Buda enseñó la ley del karma
aplicada al ser humano. Si una manzana cae de un árbol, lo hará por la ley
física de causa y efecto. Ni el árbol ni la manzana tienen Karma, es decir, no
son responsables de sus acciones desde el punto de vista budista. Por el
contrario, los seres humanos somos responsables de nuestras acciones, y por
consiguiente tenemos nuestro Karma, que viene dado como resultado de las
acciones de nuestro ser a lo largo de su historia en el universo.
En este sentido, un mal Karma
podría verse como una mochila llena de pierdas. Si nuestras acciones generan
sufrimiento para nosotros y para otros seres, el resultado son más piedras que
llenan la mochila. Si nuestras acciones nos liberan del sufrimiento a nosotros
y a los demás, entonces es como ir quitando piedras de la mochila y aligerar su
carga. El estado de iluminación, sería la liberación de la mochila.
Asimismo, existe un karma
colectivo, que sería la suma de acciones de varios seres. Así, Buda explica el
estado del mundo en función de la suma de todas nuestras acciones. Y lo mismo
se puede aplicar a cualquier grupo humano.
Samsara y Nirvana
El Samsara vendría a
significar “La rueda de las reencarnaciones”. Desde el punto de vista del
budismo, nosotros vivimos en el Samsara. Esto es, el mundo material que vemos
todos los días –denominado Kong- es ese samsara, esa rueda a la que estamos
sujetos. El Samsara es pues el mundo tal y como lo experimentamos ahora, que
incluye nuestro interior (lo que sentimos y pensamos) y nuestro exterior (lo
que vemos y tocamos o percibimos con nuestros sentidos). Por tanto es en el
Samsara, el mundo de los fenómenos, el que todos conocemos, donde existe el
sufrimiento. Escapar del Samsara supone liberarse del sufrimiento y acceder al
Nirvana o estado de felicidad incondicionada.
Samsara y Nirvana no son en
realidad lugares físicos, como metafóricamente explican otras corrientes
religiosas con los conceptos de “Cielo o infierno”. El Samsara y el Nirvana
están accesibles a nosotros en todo momento, ahora mismo. Son solo dos palabras
que representan el estado mental del individuo. Estar en uno o en otro es pues
un problema de realización personal. Si uno vive en un estado constante de
sufrimiento, entonces todo lo que ve y experimenta es samsara. Si uno vive en
un estado de felicidad incondicionada, liberado del sufrimiento, entonces lo
que ve y experimenta es Nirvana.
La diferencia entre un estado
y otro está por tanto relacionada con nuestra ignorancia. En el momento en el
que sabemos en qué consiste la ausencia del sufrimiento y cómo llegar hasta un
estado en el que se produce dicha ausencia de sufrimiento, el Nirvana se sitúa
al instante delante de nuestros ojos.
Reencarnación
La reencarnación es un
concepto que ha llevado a muchos a una cierta confusión, pues se suele
confundir con la transmigración, aunque son dos ideas distintas.
La transmigración consistiría
en el paso de un alma, del alma del mismo ser, del mismo individuo, de un
cuerpo a otro. Pero en el budismo no hay un alma que pase de un cuerpo a otro.
En las enseñanzas budistas se utiliza la noción de anatman o no-alma, es
decir, no hay nada que sea permanente en el individuo, y por tanto no hay
tampoco nada que pueda pasar de un cuerpo a otro. Cuando una persona fallece,
con su muerte también desaparecen sus pensamientos, sus aficiones, sus
recuerdos, etc. Entonces, ¿de qué reencarnación habla el budismo?
La reencarnación budista no
consiste en un alma o nada de uno mismo que regresa a otra vida usando otro
cuerpo. La ley del Karma nos enseña que todas nuestras acciones, nuestras
palabras y nuestros pensamientos producen unos efectos. Uno de esos efectos
puede consistir en que surja un nuevo individuo si las circunstancias son las
adecuadas. Ese nuevo ser tendrá cierta relación con nosotros, ya que se ha
producido a partir de nuestras acciones pasadas, pero no será como nosotros, ni
tendrá lo que constituía nuestro yo, nuestra individualidad en la vida anterior
–nuestros recuerdos, nuestros gustos, nuestras ideas, etc.-
Para explicar esto, los
maestros utilizan la analogía de una antorcha que se prende con otra. Si antes
de que se extinga una antorcha acercamos otra para continuar teniendo luz, las
dos antorchas son distintas y la llama tampoco es la misma. Sin embargo, la luz
de la segunda antorcha existe gracias a la primera. Esa es la relación que
existe entre uno mismo y la persona o personas que nos precedieron. Del mismo
modo, una relación semejante se dará con el ser que nazca a partir de nuestras
acciones en el futuro.
Asimismo es necesario
mencionar que la reencarnación es usada en las distintas tradiciones budistas
de diferente manera. En algunas no se habla mucho de ello, como es el caso de
las escuelas de budismo mahayana. Estas escuelas, llamadas también de enfoque
súbito, la teoría sobre la reencarnación forma parte de lo que el practicante
debe descubrir por sí mismo. La necesidad de creer en la reencarnación puede
provocar en ocasiones el estancamiento del practicante. Por ello, en muchas
escuelas que derivan del budismo mahayana no se hace un fuerte hincapié en este
aspecto. En otras escuelas, por el contrario, la reencarnación es un concepto
que se usa mucho en su enseñanza y se apela a la fe en esta creencia desde el
inicio.
Hemos visto que existe un
punto de vista convencional y otro definitivo en el camino budista. El punto de
vista convencional sería el de quienes todavía no están liberados completamente
del sufrimiento, y por tanto permanecen en el Samsara. El punto de vista
definitivo sería el de los seres que se han liberado, que han despertado, y por
tanto están en estado de Nirvana. Desde el punto de vista definitivo no hay
nada que se reencarne, puesto que el individuo está integrado en la totalidad,
y no hay nada que sea realmente él como tal. Por eso hemos de entender que
cuando en el budismo se habla de reencarnación, se hace desde el punto de vista
convencional.
Entonces, desde ese punto de
vista convencional, ¿Qué es lo que hace que las causas generadas por un ser
actual produzcan un nuevo ser en el futuro?...¿Porqué al morir no se plantea
que todo acaba cuando muere el cuerpo y el cerebro?, ¿Qué es lo que causa que
una antorcha encienda a otra?...
Si utilizamos la analogía de
las antorchas, sería la necesidad de una luz lo que hace que se prenda la
segunda antorcha. En nuestro caso, es la ilusión de una propia individualidad,
de un propio “yo” –que creemos necesario en nosotros para identificarnos- la
causa que origina que esos efectos pendientes acaben en la generación de un
nuevo individuo. La ilusión del “yo” se alimenta a sí misma, manteniéndose como
real constantemente en nosotros, produciendo causas y recogiendo efectos, sin
darse cuenta de que todo está vacío, incluido el propio yo.
El yo percibe las cosas como
reales. Por tanto desea, actúa y piensa ante ellas. Así generamos sin cesar
múltiples causas en el espacio y en el tiempo que necesitarán tras la muerte de
otro yo, de otro ser, para manifestarse como efectos: necesitarán de otro
“soporte”. Por ejemplo, la misma percepción de la vida y la muerte que vivimos
como cosas plenamente reales, necesitará tras nuestra muerte, de otro ser que
perciba esa existencia de una vida y una muerte como totalmente reales. Esa
generación de un nuevo ser que perciba eso no es más que un efecto de las
causas actuales que provoca nuestro yo.
Los grandes vehículos
La primera recopilación
escrita de las enseñanzas de Buda se realiza hacia el año 100 A.C. esto supuso
en parte un intento de consolidar la doctrina budista, que ya contaba con un
gran número de practicantes. Este rápido desarrollo se debió en buena medida al
emperador indio Asoka que durante el siglo III A.C. adoptó el budismo como
religión de su enorme imperio. Aún hoy en día el emblema de la India lleva el
sello de Asoka, en el que se muestra la rueda budista de la ley. Después de ese
rápido crecimiento, en torno al siglo II A.C., se establece lo que se conoce
como budismo temprano. El en budismo temprano existen diferentes tendencias y
maneras de enfocar la enseñanza. De dichas tendencias surgieron los principales
desarrollos posteriores de la enseñanza budista, llamados también vehículos: el
Hinayana y el Mahayana.
Mientras se realizaba esa
primera compilación de escrituras en lo que hoy conocemos como el Canon Pali
del budismo Theravada, algunos monjes, de manera inconexa y sin contacto entre
ellos, desarrollaron nuevas vías para entender la enseñanza y el progreso en el
camino budista. Al final, todas esas tendencias y caminos diferentes,
curiosamente llegaban a las mismas conclusiones, aún sin haber tenido conexión
anterior a este hecho. Esto es bastante significativo.
Esa nueva corriente se
autodenominó en un principio Bodhisattvayana, que quiere decir el Vehículo del
Bodhisattva. Esto contrastaba con el Sravakayana o Vehículo del Discípulo, que
era el método que se había seguido hasta entonces. También existía el llamado
Pratyekabuddhayana, que quiere decir el Vehículo del Buda solitario. Este
tercer vehículo servía para designar a aquellos que se retiraban a vivir en
soledad para tratar de conseguir su despertar espiritual.
Con el tiempo, el vehículo del
Bodhisattva se denominó Mahayana que quiere decir Gran Vehículo. El Mahayana
contenía muchos conceptos nuevos que no fueron admitidos por aquellos que
preferían ceñirse a lo conocido hasta entonces.
Por ejemplo, en la corriente
Mahayana se daba la posibilidad de que nuevas enseñanzas pudieran surgir en
algunas personas completamente iluminadas, de tal manera que dichas enseñanzas
tuvieran la misma autoridad que las propias del Buda. Así, el Mahayana se veía
a si mismo como un vehículo superior para alcanzar los fines del budismo. Para
ello se basaba en la defensa de la compasión universal y calificaba el resto de
enseñanzas como Hinayana o Pequeño Vehículo, ya que los practicantes del
Mahayana afirmaban que su vehículo del Bodhisattva era capaz de llevar a todos
los seres hacia el despertar, y por tanto era superior.
La deniminación Mahayana (Gran
Vehículo) puede dejar denotar cierta desconsideración despectiva hacia la otra
gran vía budista Hinayana (Pequeño Vehículo), y tuvo un fuerte impacto
propagandístico. En parte debido a ello el movimiento Mahayana cobró una gran
importancia. La idea heróica y de sacrificio para la salvación de todos los
seres que constituía el ideal del Bodhisattva penetró con fuerza entre los
practicantes budistas. De forma concisa, el Bodhisattva afirma que la
iluminación no puede ser completa si no se produce de una forma universal. Por
tanto, el seguidor del budismo Mahayana renuncia a quedar permanentemente en el
Nirvana (su definitivo cese del sufrimiento) pasa sí poder ayudar a otros a
despertar. El budismo Theravada en cambio prefirió quedarse con lo conocido,
considerando que cuando se alcanza el Nirvana, la liberación total del
sufrimiento, significa obtener el ideal completo del Buda.
El primer canon
En esos primeros siglos que
constituyen el budismo temprano (IV a I A.C.) se sucedieron una serie de
concilios sobre las enseñanzas budistas que a veces resultaron en fuertes
discrepancias.
Alrededor del año 100 AC se
realiza la definitiva compilación escrita de todo lo dicho y vivido por Buda,
en lo que se conoce actualmente como el Canon Pali.
El Canon budista está formado
por una enorme cantidad de escrituras que se agrupan en tres temáticas o
Pitakas (cestas).
Vinaya: colección
de textos concerniente a las reglas de conducta de laicos y monjes, con
historias sobre cada norma y soluciones a los problemas explicados por Buda.
Sutra: Discursos
atribuidos a Buda y a unos pocos de sus discípulos, con enseñanzas y prácticas.
Abhidharma: colección
de textos que analizan los conocimientos subjacentes en los Sutras (es una
parte muy densa y profundamente filosófica).
Expansión
El budismo Mahayana se
expandería en los primeros 10 siglos de nuestra era por países como China,
Nepal, Tibet, Jaoón, Mongolia o Corea. El budismo Theravada quedaría
establecido en países como Thailandia, Sri Lanka, Birmania o Laos. Por tanto,
actualmente el budismo más practicado en el mundo es el Mahayana.
Con el tiempo, el budismo
Mahayana fue utilizando para su enseñanza el compendio de escrituras o Canon
pali del Theravada más las adiciones y modificaciones que fueron surgiendo
dentro de los lugares donde se estableció el Mahayana, que fueron numerosas y
esenciales.
Así, no existe un único Canon
Mahayana, sino que en la historia se ha conformado un Canon Chino, uno
Tibetano, uno Japonés, etc. Aunque todos contienen los mismos textos
principales, existen en ellos diversas modificaciones propias de cada rama y
también otras que provienen del sustrato cultural de las religiones autóctonas
de cada lugar. En su evolución posterior, el budismo continúa penetrando en
distintos países y adaptándose a la cultura del lugar del asentamiento, aunque
conservando sus verdades fundamentales. Surgen así tradiciones y escuelas.
En el budismo Mahayana cobra
fuerza la noción de linaje, que garantiza hasta cierto punto (no siempre) que
se mantiene una cadena de transmisión de la enseñanza entre maestros. Dicha
cadena llega hasta el propio Buda histórico. Aunque esto no se cumple siempre,
lo cierto es que los esfuerzos para que así sea contribuyen a mantener en buen
estado el sentido primigenia de la doctrina budista.
Evolución
Desde sus comienzos ha
existido una gran polémica entre el vehículo grande (Mahayana) y el vehículo
pequeño (Hinayana) como medios para transmitir las enseñanzas budistas. Dicha
polémica ha perdurado en el tiempo. Los practicantes Mahayana consideraban a
los seguidores del budismo que se ceñían al Canon Pali como Hinayana, una vía
inferior y no completa.
Pero según diversos autores,
esta consideración de los Mahayana hacia otros practicantes sufrió un giro
importante hacia el 200 DC, con la aparición de una escritura llamado “El Sutra
del Loto del verdadero Dharma”. En este Sutra, Buda explica la existencia de
diferentes vehículos de aprendizaje. Tales vehículos constituyen uno solo en el
fondo, y Buda los presenta como una necesidad de adaptar las enseñanzas a los
distintos tipos de personas. Esto también forma parte de una noción importante
que se establece en el Mahayana respecto a la forma de entender la enseñanza de
Buda. Tal concepto se conoce como “medios hábiles”, y se basa en la necesidad
de adaptar la enseñanza a cada ser.
Como resumen, se puede señalar
que el budismo Theravada (como hoy en dia se llama a los seguidores del Canon
Pali, en vez de la acepción Hinayana, que puede resultar algo despectiva) no ha
alterado prácticamente sus fundamentos y se ha centrado en múltiples
desarrollos a partir de ellos. Por el contrario, en el Mahayana han ido
apareciendo nuevos enfoques aparándose sobre todo en esa diferente visión sobre
la autoridad de los textos sagrados. Eso también ha causado la aparición de una
numerosa cantidad de enseñanzas apócrifas, pero que debido a su importancia y
difusión se mantiene en tan alta consideración como las que no lo son.
Según se ha visto, el papel de
las escrituras es muy importante en el desarrollo y expansión del budismo.
Muchas veces esta importancia se suma a la de los propios personajes que
difundieron las escrituras. Durante los siglos posteriores existió una gran
actividad misionera y comercial en Asia y tales personajes legendarios y las
propias escrituras influirían no solo en el desarrollo del budismo, sino
también en la introducción de nuevas formas culturales y sociales en numerosos
países. De tal forma que hoy en dia la mayoría de sociedades asiáticas sólo
pueden entenderse si se parte de la enorme influencia que ha tenido el budismo.
Actualidad
Hoy existe un amplio consenso
en llamar Theravada y no Hinayana a aquellos practicantes que se ciñen al Canon
Pali. Theravada significa los antiguos. Por tanto, este término resulta mucho
más respetuoso y correcto. No obstante, en ocasiones por ignorancia, aun hoy en
día se ve aparecer la calificación de Hinayana para referirse al budismo más
tradicional.
En este siglo ambos vehículos
están compartiendo prácticas y enfoques. Esto se debe a varias causas, pero sin
duda la principal ha sido el desarrollo de las comunicaciones. Muchos
practicantes Mahayana se ven atraídos por algunas prácticas Theravada, en
especial la meditación Vipassana. Asimismo, los practicantes Theravada ven
similitudes de su enseñanza en algunas prácticas de escuelas Mahayana como la
Zen o Ch’an.
¿Un tercer
vehículo?
De los muchos desarrollos que
se han producido en el budismo Mahayana es necesario destacar la influencia
ejercida por el tantrismo hindú en el budismo tibetano, chino y japonés. Para
los seguidores de las escuelas que introducen esta variante, sus enseñanzas
forman un tercer vehículo llamado Vajrayana, o vehículo del Diamante. El budismo
Vajrayana se ha desarrollado con profusión en el Tibet, en parte de China, en
Corea y en Japón.
El nombre de Vajra o diamante
proviene de un mito hindú anterior al budismo relativo al dios Indra. Asimismo,
dicho nombre también se adopta a partir de un concepto del budismo temprano en
el cual se afirmaba que existe un estado de la mente que se puede comparar con
la pureza del diamante.
Una de las particularidades
del Vajrayana consiste en transmutar fuerzas inconscientes profundas como la
pasión sexual y el odio, para que, canalizadas de una forma adecuada, sirvan
para alcanzar el Nirvana. Las prácticas del Vajrayana comprenden un complejo
sistema de iniciaciones y ritos, entre los que el cuerpo físico tiene una
importancia fundamental. Dicha importancia se fundamenta en una enigmática
afirmación del Buda: “el Nirvana está en este cadáver de una braza de
longitud”.
El Vajrayana constituye un
budismo lleno de rituales y símbolos, con multitud de deidades, etc. En este
tipo de escuelas es esencial la relación entre maestro y discípulo, que se debe
producir de una manera profunda y en varios niveles. Asimismo, el Vajrayana
utiliza mucho los famosos mantras. La palabra mantra significa literalmente
encantamiento. Durante la práctica se repiten enseñanzas o frases durante
largos períodos de tiempo hasta que el practicante logra anular su mente y, por
tanto, debilitar su propio ego. Rituales de este tipo se han trasladado a
varias escuelas Mahayanas no tántricas por considerarlas una vía rápida para el
despertar.
A pesar de que muchos de sus
practicantes denominan al budismo Vajrayana el tercer vehículo, lo cierto es
que tal denominación no está consensuada. En parte esto se debe a que además de
las escuelas tántricas, en la historia del budismo existen otras escuelas no
tántricas que también se han referido al estado de vajra. En cualquier caso, el
budismo considerado tántrico conforma una manera muy diferenciada de enfocar la
enseñanza.
Por último hay que señalar que
dentro del budismo Mahayana también se menciona un vehículo superior, llamado
Eakayana.
En general puede verse que
cada escuela o tradición budista ha tratado de afirmar la superioridad de su
enfoque por encima de los otros. Pero se puede decir que en la historia del
budismo existen solo dos grandes vehículos o movimientos: el Mahayana y el
Theravada.
Generación Shaolin
Los maestros antiguos, también
conocidos como Arhats (guardianes del tesoro) son los descendientes directos
del linaje de Shaolin. Dichos maestros antiguos son los que tienen la potestad
para incluir a un discípulo en una determinada generación.
Una vez que un discípulo
termina y supera sus pruebas y pasa a ser reconocido como maestro laico de un
templo, los maestros antiguos pueden otorgarle la pertenencia a una generación.
En ese caso, los maestros Shaolin de China realizan una rigurosa ceremonia que
se celebra en el altar principal del templo.
Durante la ceremonia, el
discípulo laico realiza un juramento y es recompensado con un nuevo nombre (su
nombre de generación), el cual puede destacar algún aspecto relevante de sus
características físicas o de su personalidad. Asimismo, el discípulo se le
otorga una túnica laica, color marrón, y también, en caso de que sea futuro
heredero de un Arhat, una túnica roja.
Esta ceremonia tradicional
tuve el honor de realizarla en el año 2004, siendo mi máximo mentor el
Venerable Abad Shi Yong Xin.
Conclusión
El budismo Ch’an ofrece, al
contrario de otras religiones monoteístas, un camino de búsqueda espiritual muy
activo, en el que es uno mismo el que debe aprender a ser consciente. Un camino
activo en el sentido en que no se dan dogmas de fe que se han de seguir
ciegamente, sin hacer nada, sólo aceptando los “designios de un dios”, porque
sí. Un camino que es respetuoso con todas las tendencias o corrientes
religiosas o filosóficas, incluso integrando lo que es útil y beneficioso para
el ser humano. Un sendero de crecimiento hacia el propio interior.
En el budismo Ch’an uno solo
puede progresar en la búsqueda espiritual, cuando el buscador se implica de
plena consciencia en cada acto cotidiano. Cuando comprende que te ofrece las
piezas de un mecanismo que uno mismo ha de montar para así disponer de la
herramienta o maquinaria mental adecuada con la que buscar. Una herramienta que
puede ser diferente en cada ser humano, pero que en el fondo tiene la misma
utilidad. Como una barca que ha de servirnos para cruzar un río… un rio que se
adentra, cual enorme y oscura cueva, en nuestro interior.
Una herramienta que nos
aportará luz en el camino hacia nuestro propio interior. Una luz que nadie más
puede ofrecernos, salvo que nos alumbren nuestro exterior, que no deja de ser
ilusorio en última instancia, pero que nos sirve momentáneamente para hacernos
una idea de la imagen que proyectamos.
Esa herramienta de búsqueda es
nuestra mente, nuestra conciencia despierta, que es la que al final determina
la realidad que luego percibimos con los sentidos.
Comentarios