KUNG-FU SHAOLIN Y LOS NIÑOS

Son muchos los que, cuando oyen la palabra Kung-fu, piensan en algo exótico, generalmente relacionado con las películas, con actores y héroes que vuelan o hacen extraños gestos imitando a un mono. En general, la idea que se tiene del kung-fu está bastante distorsionada y es en gran medida desconocida.
Para muchos, es “Kárate”, y poco más. Solo cuando nos interesamos un poco seriamente, empezamos a perfilar ciertos matices; Vemos su agilidad, sus movimientos rápidos de piernas y puños y su estrecha relación con una cierta filosofía del honor y la disciplina.

A lo largo de mis años de docencia, he podido constatar que son los padres quienes en realidad deciden inscribir a sus hijos en las clases de Kung-fu, y no es porque los niños lo hayan elegido. Incluso me atrevería a decir que en ocasiones lo hacen impulsados por una cierta frustración de no haber podido ellos –los padres- mismos practicar esta disciplina marcial. Ese deseo yace latente en muchos padres…

El Kung-fu de Shaolin (KFS) –y el Kung-fu en general- es una disciplina ideal para los niños y niñas, ya que fomenta y desarrolla muchos valores y habilidades psicomotrices.

El kung fu se popularizó en América gracias al legendario Bruce Lee, ya que en una entrevista que le hicieron le preguntaron sobre nombre de lo que hacía y él dijo “yo hago Kung Fu”, y entonces le llamaron a ese arte marcial Kung Fu. Sin embargo esta palabra, que en realidad son dos, significa algo más allá, mucho más.
Estas dos palabras, “kung” y “fu”, son de origen chino y juntas significan “hacer bien las cosas” (literalmente tiempo y esfuerzo), pero no se limita a las artes marciales o a los deportes; hacer bien las cosas se puede aplicar a la escuela, las tareas del hogar, el trabajo, los hobbies, etc. Hacer bien las cosas es esforzarse, tanto física como mentalmente, es ir desarrollando habilidades y adquiriendo conocimiento, es ir forjando el carácter para ser mejores personas cada día, es convivir con todos a nuestro alrededor. El kung fu nos enseña que la felicidad está en las cosas más sencillas y que al hacer cosas buenas y bien hechas esa felicidad se propaga a todo y a todos.
El kung fu está íntimamente asociado al Templo Shaolin de China, el cual se fundó hace más de 1520 años; en este templo, las personas que ahí vivían entrenaban su cuerpo y también su mente, así podían ayudar a los demás y entender el mundo que los rodeaba. Esa misma filosofía, tan sencilla, en la actualidad se sigue practicando en varias partes del mundo, sobre todo en los lugares donde se sigue esa misma tradición y linaje. Actualmente se le llama kung fu de shaolin, pues hace referencia a ese trabajo de excelencia tanto corporal como mentalmente.

En el caso de los niños, el kung fu de shaolin es una disciplina que los ayudará en varias áreas de su vida y hará que mantengan esos cambios positivos hasta su vida adulta.

FÍSICO.
El área física es la más notable en el desarrollo infantil. El kung fu de shaolin ayuda a los niños a desarrollarse de una manera sana y natural, pues fortalece su cuerpo sin alterarlo o sobrecargarlo. También ayuda positivamente en su coordinación motriz, tanto la basta como la sutíl. Los diversos ejercicios le ayudan a crecer y a mejorar sus habilidades físicas, estimulando cada uno de los músculos de su cuerpo, desde los grandes hasta los más pequeños (como los de los ojos).
Este tipo de disciplina logra mantenerlo en un peso ideal, ya que queman naturalmente las calorías de su ingesta diaria, y en caso de sobrepeso, les ayuda a quemar ese exceso sin acarrearle problemas o efectos secundarios negativos. Además de que los mismos niños se van dando cuento de las cosas que los alimentan a diferencia de aquellas que no.

El kung fu de shaolin puede ser practicado desde los 3 años de edad, pues dependiendo de la etapa en la que se encuentren los movimientos y objetivos se adaptan a ellos. Existe en nuestra escuela un método perfectamente estudiado y adaptado para ellos.
Entre los 3 y 6 años, el objetivo es que los niños conozcan su cuerpo y que empiecen a dominarlo, y los ejercicios y actividades se enfocan principalmente a lo lúdico, pero sin dejar de lado la disciplina.
Entre los 7 y los 10 años, los niños empiezan un periodo donde están listos para realizar ejercicios con un grado mayor de dificultad en donde los retos motrices hacen que encuentren motivaciones intrínsecas y a corto plazo, donde el trabajo en equipo empieza a tomar sentido en sus vidas.
Entre los 11 y 13 años, empieza una nueva etapa de su desarrollo, donde su cuerpo vuelve a tener cambios, y que gracias al ejercicio físico son desarrollados y aceptados de una manera más natural y sencilla. Empiezan a tener motivaciones más fuertes y a largo plazo, es decir, empiezan a definir qué es lo que quieren en la vida.

EMOCIONAL.
Las emociones son una parte muy importante en nuestras vidas. Gracias a ellas sabemos si algo nos agrada o no, si queremos algo o no, o si vamos a trabajar en algo o no. En el caso de los niños pequeños, la primera prueba emocional es la separación temporal con los padres, y es algo con lo que todos lidiamos alguna vez. Cuando los niños están en un entorno confortable y seguro su desarrollo emocional será mejor y desarrollarán un carácter adaptable al mundo en el que viven.
Con la práctica del kung fu de shaolin, los niños aprenden a tomar decisiones, a ser responsables de sus cosas y de sus actos, tienen más confianza en sí mismos. Todas estas características ayudan a evitar y erradicar de una manera pacífica eso que está de moda llamado bullying. Con una disciplina como el kung fu de shaolin aprenden a ver que sus actos no son aislados y que de alguna manera afectan a los demás, y poco a poco empiezan a entender a los demás y a “ponerse en sus zapatos”, lo cual significa que asimilan que las personas y la vida tienen diferentes formas de ser y que son naturales los cambios. Aprenden que debe haber respeto, tanto por la autoridad como por los compañeros, lo que les permite valorar sus propias opiniones y capacidades, y juzgar a otras personas en forma realista. También adquieren una buena autoestima ya que empiezan a conocer sus capacidades y aprenden que no deben frustrarse por aquello que no obtuvieron o que no pudieron hacer en un momento dado.

SOCIAL.
La forma en que nos conducimos en la vida la aprendimos desde que éramos muy pequeñitos. En los primeros meses de vida, nuestro entorno es mamá y papá y todo lo que ellos hacen nos parece maravilloso. Cuando empezamos a cumplir nuestros primeros años de vida, nuestros héroes son nuestros padres, y queremos hacer todo lo que ellos hacen, y el siguiente héroe es nuestro profesor de la escuela. Al estar en contacto con una disciplina y con otros semejantes empezamos a adaptar nuestra conducta de acuerdo a las reglas que rigen ese lugar, y vamos haciendo amistades con los que compartimos algo en común. Los niños empiezan a adaptarse a nuevos lugares fuera del seno familiar, aprenden que hay diversas formas de conducirse y a conocer la dinámica del lugar en el que están. Aprender a interactuar y a compartir con los compañeros, dando inicio al desarrollo de un sistema de conciencia, moralidad y juicios de valor, lo cual se refleja en los actos de las personas.
La enseñanza filosófica del Kung-fu Shaolin incluye los preceptos básicos de la ética y moralidad, que son inculcados a través de juegos y ejercicios diversos. Se trata de enseñar a los niños a adoptar decisiones y a ser responsables de sus propios actos.
Una actividad donde los niños aprenden a respetarse, a convivir y desarrollar autoconfianza. Durante las clases los niños realizan ejercicios grupales –base de nuestro método de enseñanza- que les permitirán aprender a relacionarse mejor en grupo, y aprender valores como la tolerancia, el respeto, la cortesía, la ayuda al prójimo, la capacidad de saber perdonar, la auto-disciplina, la humildad y la generosidad. Todos ellos valores absolutamente necesarios en el desarrollo como personas.

ASPECTO DEPORTIVO

               La práctica del KFS implica la participación ocasional en competiciones deportivas, exhibiciones, exámenes y entrenamientos abiertos, donde los niños aprenden a perder sus miedos, adquieren autoestima y se relacionan abiertamente con los demás en múltiples áreas sociales.
Si bien la competición no es el objetivo final de la práctica, si es un buen medio para lograr metas. Ningún niño es obligado a participar, pero se le muestra el beneficio de su integración en el grupo, de ponerse a prueba.
No es relevante el que un niño/a gane o pierda en una competición. Las nociones como “perdedor, derrota, etc.” no existen en nuestra filosofía.

Pero es necesaria una cierta voluntad por parte de los padres, para no permitir que, a la más mínima, el niño/a decida no seguir en las clases y se cambie de actividad como de zapatos. Eso no conduce a nada en el desarrollo como persona del niño. Al final no llega a ser bueno en ninguna actividad que desarrolle, pues su actitud es la de “cambio a otra cosa si esto no me sale, no logro avanzar o es muy duro”.


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