“Único representante de Shaolin…”
Bajo
esta afirmación se escudan muchas veces, cual invisible paraguas, muchos
profesores que con ello buscan reafirmar su enorme ego, para que su marketing
funcione mejor y puedan vender una imagen, en ocasiones de puro escaparate,
pero con los pies de barro.
Esto de ser
el ‘único’ de cualquier cosa es de lo más absurdo que podemos ver en este
mundillo de las artes marciales chinas, y más aún si hablamos del templo
Shaolin.
Hagamos un
poco de historia en este bendito país, en cuanto al tema Shaolin se refiere…
Ya en 1984
abrió nuestra escuela de San Pedro, cuando el Kung-fu era aún bastante
desconocido. Ni siquiera se podían adquirir aún trajes de corte chino. Pero fue
en el año 1992 cuando tuvimos el primer contacto con un grupo de monjes de
Shaolin, de gira por Europa. Allí recibimos la primera invitación a viajar a
China por parte del maestro Shi Deyu, y trabajar con ellos, tras observar que
nuestros alumnos ya conocían parte de la enseñanza tradicional de algunas
formas que mostraron por primera vez en Europa. Se reconoció la enseñanza de
nuestra escuela como auténtica. Y así se inició nuestro primer viaje al
monasterio. Y no hicieron falta títulos ni certificados, solo sudor, esfuerzo,
sinceridad y mucha ilusión.
Cada visita
a Shaolin en esos años, era observada por el máximo dirigente del templo, el
venerable Abad Shi Yong Xin, que nos recibió en varias ocasiones, como por otro
lado hace con casi todo el mundo interesado en la cultura de Shaolin. Así que
esto tiene la relevancia que cada cual quiera darle.
Fue en el
año 2004 cuando recibí una invitación personal del Abad, preguntándome si
deseaba formar parte oficialmente del monasterio, a lo que obviamente respondí
que sí. Se realizó la preceptiva ceremonia budista (está grabada en vídeo) tras
la que ya comencé a formar parte de la Sangha de los monjes del monasterio. Recibí
el encargo y responsabilidad de velar por el nombre de Shaolin en nuestro país,
desarrollar su cultura y promover el Kung-fu.
En aquella
época, algunos de los que ahora dicen haber ‘casi nacido en Shaolin’, no solo
no habían estado allí aprendiendo, sino que en sus páginas web, hablaban mal
del templo, incluso llegando a afirmar que no existía, que era pura fábula o
que era un ‘parque temático budista’. Ahora resulta que son los ‘únicos’
representantes de ese sitio y que, lo que es ya peor, que llevaban desde los
cinco años entrenando Shaolin kung-fu…
En aquella
ocasión, que por cierto fue tremendamente emotiva para mí y mis estudiantes, recibí
mi pasaporte budista, pero no me creí con la potestad de erigirme el único de
nada. Solo me propuse trabajar más. Llevaba Shaolin en el corazón, no en un
papel.
El tiempo fue
pasando, se crearon asociaciones nuevas, nuevos centros de práctica de Shaolin,
incluso una organización europea de Shaolin. Y muchos se subieron a este ‘carro’
porque daba prestigio y vendía bien. Sus estilos, antes denominados X, ahora,
por arte de magia, eran puro Shaolin tradicional. Algunos, los menos, incluso
viajaron a Shaolin y estuvieron entrenando allí la ‘barbaridad’ de dos o tres
semanas y volvieron siendo auténticos maestros en el arte. Solo porque habían aprendido
tres o cuatro formas. Pero al parecer eso ya les bastaba. ( Mi maestro Shi Yan
Ao, me comentaba, con una sonrisa, pero con cierta tristeza, esta circunstancia
que observaba en tantos occidentales).
El oportunismo
de poder afiliarse a una organización oficial y un adecuado marketing en
revistas hizo el resto. Ojo, no se critica el desarrollo de estas
organizaciones, sino la visión sesgada de muchos que solo quieren ver lo que
les interesa, dejando la realidad a un lado. Ni tampoco me parece mal que se
abran centros culturales Shaolin como rosquillas. Eso es bueno. Pero lo que no
lo es, porque, entre otras cosas se aleja del budismo, de la realidad y de la
ética marcial –el tan mencionado WUDE- es alimentar el ego con títulos,
certificados y demás papeletas, descalificando además a quienes no los tienen
iguales que ellos. Esto es el típico “¡…y yo más!” de patio de colegio.
Señores, dedíquense
a entrenar, a formar de verdad personas, a no engañar con mentiras a la gente,
a ser sinceros de corazón, a trabajar por la unión real de los que practicamos
y enseñamos Shaolin. Porque con sus actitudes, por muchos maestros que traigan
de China, por muchos títulos que tengan, por muchas fotos que se hagan con el
tato, no les convierte en maestros, y es más, hacen daño a la verdadera tradición
de Shaolin. Solo estarán vendiendo algo…
Aunque también
es cierto que ciertas organizaciones buscan la difusión –lo que me parece muy
legítimo, por supuesto-, pero sus criterios de valoración están algo viciados,
pues solo tienen en cuenta a la gente que sale en revistas, que monta cursos
con sus maestros y que asiste a sus convenciones y cursos. Y las autoridades de
Shaolin tampoco escapan a esta premisa actual. Todo eso muy bien, lo aplaudo. Pero
que no vengan hablando de “el único Shaolin”, porque eso, puede excluir –semántica
y malintencionadamente- a muchos otros que están trabajando con seriedad. A muchos
otros que no buscan notoriedad ni venden nada, pero que su trabajo se ve
reconocido en cualquier parte al que acudan.
Así pues,
dejemos de ser y pregonar por todos lados que somos los “únicos representantes
de Shaolin”, porque eso nos separa los unos de los otros. Y si su ego no se lo
permite, pues sigan con sus historias, pero dejen a los demás seguir su camino,
quizás desprovisto de títulos, bonitas fotos y demás zarandajas, pero sincero
de corazón y de una calidad técnica más que contrastada.
Un diamante
siempre es único, si… pero tiene siempre muchas facetas o caras que reflejan la
luz.
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