Educación y aprendizaje...
Son ya más de
treinta años trabajando con alumnos de todas las edades, pero sobretodo con
niños. Muchos años tratando de enseñar no solo Kung-fu, sino la ética que esta
enseñanza tradicional conlleva, y que denominamos WUDE en nuestro ámbito. Una
enseñanza no exenta de frustraciones, desengaños y desilusiones ocasionales,
que fueron superadas siempre por mi determinación de seguir adelante.
Treinta años
en los que he visto y constatado el profundo cambio en la gente, en los
alumnos, sobretodo, como he comentado antes, de los más pequeños.
He podido
comprobar cómo la motivación por las que los padres inscriben en la escuela a
sus hijos ha ido cambiando con el tiempo. Sin duda, nuestros tiempos sociales
han influido enormemente en ello. Nuestra sociedad de consumo, vive e impone un
ritmo tremendamente rápido, un ritmo que no te deja, en la mayoría de los
casos, ni siquiera asimilar lo que estamos haciendo. No hemos comprendido ni
asimilado una circunstancia nueva, cuando ya estamos inmersos en la siguiente. La
información que nos llega es apabullante, muchas veces inconexa y otras, la
mayoría, inútil desde el punto de vista educativo. Y esto lo trasladamos sin
duda a todos los ámbitos de nuestra vida; El trabajo, la familia, el colegio,
las relaciones de pareja, los medios y la tecnología, y por supuesto la
práctica de cualquier actividad marcial.
Quizás sea
algo que desde el prisma del espectador, del que ve las cosas desde fuera, no
sea apenas o en absoluto perceptible, pues no tiene la misma perspectiva que
pueda tener yo, desde la experiencia de tantos años dedicado en cuerpo y alma a
esto de la enseñanza.
Y veo los
cambios con mucha claridad. Los niños –en franjas de edad de entre los 6 y 14
años- son mucho menos habilidosos, atentos y educados. Sus capacidades
psico-motrices se han mermado considerablemente y cada vez cuesta más enseñarles
habilidades físicas. Resulta sorprendente y chocante constatar cómo, muchos
niños no distinguen la derecha de la izquierda. Su capacidad de comprensión,
aun siendo alta, no llega para retener la información que les llega. Están
–paradójicamente- deseando siempre hacer cosas nuevas, cuando en realidad ni
han comprendido ni asimilado lo que se les ha enseñado antes.
Obviamente
esto es una generalización, porque ocasionalmente te encuentras con niños que
son muy habilidosos y destacan sobre los demás. Y esto tiene una explicación;
Yo soy de la opinión de que en realidad hay muy pocos niños superdotados, como
podría parecer, sino que lo que ocurre es que el nivel de la media es tan bajo,
que cualquiera que sea medianamente habilidoso –lo que antes era lo normal- ,
pues acaba destacando. Esto lo podemos ver también en el ámbito escolar, donde
un niño/a que saque buenas notas ya se le señala como superdotado, cuando en
realidad es lo normal exigible, pues destaca sobre los demás, cuya media es muy
baja. Y esto es realmente preocupante, pues en vez de afrontar la problemática
de la situación, nos dedicamos a crear nuevos estereotipos de niños,
ilusoriamente llamados superdotados, hiperactivos o “niños Indigo”… En vez de
curar la herida, nos inventamos bonitas vendas y tititas para taparla.
Hoy en día
constato como muchos padres nos traen a sus hijos para que les eduquemos y eso
es un error. La educación ha de producirse necesariamente en casa, con sus
padres como referentes. Ni siquiera la escuela está para eso, pues ahí lo que
se debe hacer es inculcar los conocimientos necesarios para el correcto
desenvolvimiento del individuo en la sociedad. Poco más. El niño debe venir
vestido, comido y educado desde casa. ¿Cuál es entonces el papel nuestro, el de
los maestros y profesores de aamm chinas? Sin duda alguna respondería que la
transmisión de los valores éticos junto a la práctica física. Es decir; La
práctica física de las aamm es el vehículo de transmisión de esos valores. Nos
servimos de ellas para poner en práctica esos valores, que son en el fondo el
alimento del alma de nuestra sociedad. Sin esos valores, sin su enseñanza, las
aamm creo que pierden todo su sentido profundo. Se quedan en meros deportes,
exentos de cualquier filosofía y se convierten en una plataforma de expresión
de nuestros instintos, muchas veces violentos. Entonces ya no hablamos de artes
marciales, sino de deportes de contacto, donde en ocasiones hasta la palabra
‘deporte’ pierde su semántica.
La falta de
esos valores conduce a lo que tenemos en nuestra sociedad: tensiones,
relaciones toxicas, violencia de todo tipo, falta de sensibilidad,
desconocimiento de la naturaleza, falta de respeto, inseguridad y miedos. El resultado:
agresiones, vació de educación emocional, y muchas cosas más que, a la larga
produce individuos sin escrúpulos y faltos de toda ética y moralidad –léase algunos
políticos corruptos-, cuyas raíces seguramente podríamos trazar hasta el origen
de sus conductas.
Cualquier
artista marcial, por llamarlo de alguna forma, que pierda ese sentido de los
valores, pierde seguramente la orientación, el camino del porqué y para qué
practica determinado arte. Entonces, las herramientas que está usando para
formar o modelar su personalidad y carácter, pierden su sentido, su real
eficacia y se convierten en potenciadores de valores negativos, como la
violencia, el narcisismo, el egoísmo, la prepotencia, etc.
Curiosamente,
no es esto lo que queremos para nuestra sociedad, y mucha gente y medios
inciden precisamente en este problema. Pero somos incoherentes por naturaleza;
Seguimos favoreciendo aún así todas las facetas negativas, en vez de ponernos
en serio a cambiar las cosas.
Pero no nos da
tiempo; El ritmo impuesto por todo es voraz y no da tregua. Si te paras a
reflexionar, te quedas atrás. Casi como que te excluye de la sociedad o como
menos te conviertes en ‘tipo raro’.
Así, hay
practicantes que quieren aprender rápidamente las formas, cuantas más mejor.
Quieren que su técnica sea eficaz a la cuarta vez que la realizan, y si no es
así, ya se cuestionan si realmente sirve lo que hacen y se desaniman, buscando
el siguiente estilo que practicar. Buscan continuamente sustitutos para
justificar su propio fracaso, y por ende, el de una sociedad entera.
No comprenden
que el desarrollo de las habilidades físicas o psico-motrices requiere de
tiempo y esfuerzo –precisamente lo que esta sociedad consumista no te deja
desarrollar- para ser aplicadas. Cada estudiante es como un arma que ha de ser
puesta a punto. Es como la hoja de un cuchillo. Hemos de comprender que lo
primero que hay que hacer es fabricar el acero del cuchillo, templarlo y
finalmente afilarlo. Y eso lleva su tiempo y paciencia. Y no olvidemos que hay
que aprender, además de su uso, el porqué y cuando lo usamos. Eso es el WUDE. Y
esto se manifiesta en la práctica de las aamm chinas con un simple gesto, como
puede ser saludar al compañero, al maestro… Porque es la actitud con que lo
hagamos, lo que realmente cuenta.
Decía mi
Maestro Shi Yan Ao: “No es lo que hagas, sino cómo lo hagas, lo
que cuenta”…
Pero claro,
llegamos a la escuela los días que toca entrenar y en apenas hora u hora y
media queremos aprender todo esto. Los padres quieren que sus hijos aprendan
disciplina en ese espacio corto de tiempo. Quieren que su hijo sea bueno
compitiendo, que progrese de forma adecuada… Pero no tienen en cuenta las
enormes influencias que traen ya de fuera, que son muchas más horas de
exposición a esos condicionantes nocivos. Horas de televisión, de video-juegos
vacíos de contenido positivo, de dependencia de teléfonos móviles, de
influencia de amigos insanos o tóxicos, de incoherencias familiares, de
desatención y falta de educación en valores en casa…
… en apenas
unas horas a la semana, poco podemos hacer en nuestras escuelas, en aquellas
que nos dedicamos a la enseñanza de valores señalados en el código del WUDE. Es
por eso que señalo muchas veces las diferencias que existen entre enseñanza y
entrenamiento, que son cosas muy distintas. En mi escuela, no solo se viene a
entrenar, sino que el objetivo es aprender algo; Algo creo que de un valor
trascendente para la formación como personas de los practicantes. No solo
enseño a dar patadas y puñetazos, sino que se trata de comprender el profundo
porqué lo hacemos. Conectar con nuestro profundo y desconocido YO y empezar a
desmontarlo para ver qué nos sobra y qué nos falta. Solo así iremos formándonos
como seres emocionalmente equilibrados y coherentes. Solo desde ahí, desde esa
enseñanza profunda de los valores aprenderemos a gestionar nuestras emociones y
nuestra relación con nuestro entorno. Porque esos valores se habrán convertido
en nuestras herramientas de auto-conocimiento, que nos permitirán conectar con
la parte filosófica de todo y darnos cuenta de otra realidad. Solo así
lograremos despertar nuestra conciencia corporal, nuestra conciencia del
espacio-tiempo y comprender los caminos que conducen a ser un poco más feliz. Un
camino que te abre los ojos a otra realidad.
Así tendremos
los verdaderos lazos de unión entre todas las partes que componen nuestra vida;
Nuestro pensamiento, nuestras acciones y las razones profundas que nos mueven.
Eso es la vida. Eso es el Kung-fu de Shaolin…
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