Meditación...
El
estado de la felicidad
Echa un vistazo al mundo y
observa la infelicidad que hay en torno a ti y dentro de ti mismo. ¿Acaso sabes
cuál es la causa de tal infelicidad?... probablemente digas que la causa es la
soledad, o la opresión, o la guerra, o la crisis, el odio, o el ateísmo, etc… y
estarás equivocado. La infelicidad tiene una sola causa: las falsas creencias
que albergas en tu mente; creencias tan difundidas, tan comúnmente profesadas y
socialmente aceptadas, que ni siquiera se te ocurre la posibilidad de ponerlas
en duda. Debido a estas creencias, ves el mundo y te ves a ti mismo de una
manera deformada. Estás tan profundamente “programado” y padeces tan
intensamente la presión de la sociedad que te ves literalmente obligado a
percibir el mundo de esa manera deformada. Y no hay solución, porque ni
siquiera sospechas que tu percepción está deformada, que tus creencias son
falsas e ilusorias.
Mira a tu alrededor y trata de
encontrar a una sola persona que sea auténticamente feliz: sin temores de
ningún tipo, libre de toda clase de inseguridades, ansiedades, tensiones,
preocupaciones…
Será un milagro si logras
encontrar una persona así entre cien mil. Ello debería hacerte, como mínimo
sospechar de la “programación” y las creencias que tanto tú como esas personas
tenéis en común. Pero resulta que también has sido “programado” para no
albergar sospechas ni dudas y para limitarte a confiar en lo que tu tradición,
tu cultura, tu sociedad y tu religión te dicen que des por sentado. Y si no
eres feliz, ya has sido adiestrado para culparte a ti de ello, no a tu
“programación” ni a tus ideas y creencias culturalmente heredadas.
Pero lo que empeora aún más las
cosas es el hecho de que la mayoría de las personas han sufrido tal lavado de
cerebro que ni siquiera se dan cuenta de lo infelices que son… Como el hombre
que sueña y no tiene ni idea de que está soñando.
¿Cuáles son esas falsas creencias
que te apartan de la felicidad? Veamos algunas. Por ejemplo ésta: “No puedes
ser feliz sin las cosas a las que estás apegado y que tanto estimas”. Falso. No
hay un solo momento en tu vida en el que no tengas cuanto necesitas para ser
feliz. Piensa en ello durante un momento… la razón por la que eres infeliz es
porque no dejas de pensar en lo que no tienes, en lugar de pensar más bien en
lo que tienes en este momento.
O esta otra: “La felicidad es
cosa del futuro”. Tampoco es cierto. Tu eres feliz aquí y ahora; pero no lo
sabes, porque tus falsas creencias y tu manera deformada de percibir las cosas
te han llenado de miedos, de preocupaciones, de ataduras, de conflictos, de
culpabilidades y de otra serie de “juegos” que has sido programado para jugar.
Si lograras ver a través de toda esta maraña, comprobarías que eres feliz … y
no lo sabes.
Otra falsa creencia: “La
felicidad te llegará cuando logres cambiar la situación en que te encuentras y
a las personas que te rodean”. Esto tampoco es cierto. Estás derrochando
estúpidamente un montón de energías tratando de cambiar el mundo. Si tu
vocación en la vida es cambiar el mundo, ¡adelante, cámbialo!, pero no abrigues
la ilusión de que así vas a ser feliz. Lo que te hace feliz o desdichado no es
el mundo ni las personas que te rodean, sino los pensamientos que albergas en tu
mente. Tan absurdo es buscar la felicidad en el mundo exterior a uno mismo como
buscar un nido de águilas en el fondo del mar.
Por eso, si lo que buscas es la
felicidad, ya puedes dejar de malgastar tus energías tratando de remediar tu
calvicie, o de conseguir una figura atractiva, o de cambiar de casa, de coche,
de trabajo, de comunidad, de forma de vivir o incluso de personalidad.
¿No te das cuenta de que podrías
cambiar todo eso, tener la mejor de las apariencias, la más encantadora
personalidad, vivir en el lugar más hermoso del mundo… y, a pesar de todo,
seguir siendo infeliz? En el fondo, tu sabes que esto que digo es cierto; sin
embargo, te empeñas en derrochar esfuerzos y energías tratando de obtener lo
que sabes muy bien que no puede hacerte feliz. Y te justificas pensando que
esto es demasiado duro y difícil de aceptar… y que no puedes hacer nada.
Y otra falsa creencia más: “Si se
realizan todos tus deseos, serás feliz”. También esto es absolutamente falso.
De hecho, son precisamente esos deseos los que te hacen vivir tenso, frustrado,
nervioso, inseguro y lleno de miedos.
Haz una lista de todos tus apegos
y deseos, y a cada uno de ellos dile estas palabras: “en el fondo de mi
corazón, sé que, aunque te obtenga, no alcanzaré la felicidad”. Reflexiona
sobre la verdad que encierran estas palabras. Lo más que puede proporcionarte
el cumplimiento de un deseo es un instante de placer y de emoción. Algo que es
efímero y no permanente. Y que le seguirá inmediatamente otro deseo que
cumplir… y no hay que confundir eso con la felicidad.
¿Qué es, entonces la felicidad?
Muy pocas personas lo saben, y nadie puede decírtelo, porque la felicidad no
puede ser descrita. Incluso un maestro iluminado, solo te podrá indicar lo que
no es, pero no explicarte qué es la felicidad. ¿Acaso puedes describir lo que
es la luz a una persona que no ha conocido en toda su vida más que la
oscuridad?... ¿O puedes quizás describir la realidad a alguien durante un
sueño?
Comprende tu oscuridad, y ésta se
desvanecerá; entonces sabrás lo que es la luz. Comprende tu pesadilla como tal
pesadilla, y ésta cesará; entonces despertarás a la realidad. Comprende tus
falsas creencias, y éstas perderán fuerza; entonces conocerás el sabor de la
felicidad.
Si las personas desean tanto la
felicidad, ¿porqué no intentan comprender sus falsas creencias? En
primer lugar porque nunca las ven como falsas, ni siquiera como creencias. De
tal manera han sido programadas, que las ven como hechos, como una realidad. En
segundo lugar porque les aterra perder el único mundo que conocen: el mundo de
los deseos, los apegos, los miedos, las presiones sociales, las tensiones, las
ambiciones, las preocupaciones, la culpabilidad… con los instantes de placer,
de consuelo y de entusiasmo que tales les proporcionan. Aunque sean efímeros.
Porque a través de ellos se sienten vivos, pertenecientes a una realidad a la
que están apegados.
Imagínate a alguien que temiera
liberarse de una pesadilla, porque a fin de cuentas, fuera ése el único mundo
que conociera… ¡he ahí tu retrato y el de muchas otras personas!
Si quieres obtener una felicidad
duradera, has de estar dispuesto a enfrentarte a tu padre, a tu madre y hasta
tu propia vida, y hasta a perder cuanto posees. ¿De qué manera? No
desprendiéndote de ello ni renunciando a ello – porque cuando se renuncia a
algo forzosamente, queda ligado a ello de por vida - , sino más bien,
procurando verlo como la pesadilla que en realidad es; y entonces, lo conserves
o no, habrá perdido todo dominio y poder sobre ti y así toda posibilidad de
dañarte, y al fin te habrás liberado de tu sueño, de tu oscuridad, de tu miedo,
de tu infelicidad…
Dedica pues, un tiempo a tratar
de ver tal como son cada una de las cosas a las que te aferras; una pesadilla
que, por una parte, te proporcionan entusiasmo y placer y, por otra,
preocupación, inseguridad, tensión, ansiedad, miedo, felicidad…
Finalmente, experimentarás ese
misterioso estado que no puede ser descrito con palabras: el estado de una
felicidad y una paz permanentes. Y comprenderás cuán cierto es que quien deja
de aferrarse a sus hermanos y hermanas, a su padre, a su madre, a sus hijos, a
sus tierras, a su casa, a su coche y demás posesiones, aprende por fin a
amarlos y alcanza un estado de felicidad auténtica.
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