¿Eres un Maestro?...


Hace apenas unas semanas, una alumna a quien aprecio mucho, me hizo una de las preguntas más difíciles de responder. Hoy trataré de plasmar y matizar un poco –si ello es posible- la respuesta que pude dar, y utilizaré para ello parte de un texto de uno de mis libros, - editado en 2001- donde se recoge también esa pregunta…
La pregunta en cuestión era: ¿En que momento consideraste que eras un Maestro, si crees que lo eres? (Eva Campos)
¿Qué es para ti un Maestro? (Salvador Palomo – Revista CUIDATE)

R – Etimológicamente, la palabra Maestro hace referencia a alguien que ha alcanzado un gran nivel de maestría y dominio de algún arte. Es, creo, aquél que ya no tiene quien le pueda enseñar en su campo, pero que aun así, tiene la capacidad de aprender de todos y de todo. Es aquél que imparte sus enseñanzas, dosificándolas sabiamente, pero ante todo, es aquél que vive en armonía y concordancia con lo que enseña. Un Maestro no solo tiene conocimientos, sino que los aplica con verdadera sabiduría. Eso es un Maestro.
Pero también se le llama Maestro a quien se dedica a enseñar a otros sus conocimientos, sean muchos o pocos. Depende pues del contexto en que se utilice esa palabra que podría dar una respuesta más o menos profunda.

Por desgracia, en occidente hemos convertido esta palabra y su significado en algo casi banal, confiriendo esa distinción  a demasiada gente. Me enerva algo cuando escucho llamar a un matador o torero “Maestro”…(Me niego a llamar ‘arte’ a matar y torturar animales para el disfrute y deleite de las masas ignorantes)… O bien la hemos mistificado tanto, que nos hemos perdido completamente, subiendo a alguien en un pedestal tan alto que ya ni distinguimos a verle con claridad. No es ni una cosa ni la otra.
También los hay que se auto-adjudican ese título y van por la vida de intocables, se visten con exóticas túnicas, porque salen en la revistas, editan videos, son nombrados representantes únicos de no sé qué estilo, y se creen poseedores de la ‘verdad suprema’. No permiten que se les hable de tu, ni conceden entrevistas a según que gente, etc. Y se permiten, desde su auto-erigido pedestal, atacar y criticar a otros. La verdad no está en la cantidad de diplomas y títulos que posea un individuo. Ni siquiera el poseer una depurada técnica, ni ser campeón de mil torneos, le hace a uno ser un Maestro.
Pensarán algunos que, tener un millar de alumnos es sinónimo de ser un buen Maestro, y esto no es necesariamente así, pues la condición de alumno, hoy en día se puede comprar mensualmente, y poco tiene que ver con la realidad de esa palabra.

     Ser Maestro, como he mencionado antes, es tener la capacidad de transmitir una enseñanza a otros. Para mí, un Maestro es aquella persona, que aparte de tener un alto nivel técnico y de conocimientos, ha de mostrar ese mismo nivel en el plano espiritual y humano. Es ante todo, una persona capaz de guiar a otros en el difícil  camino de la vida, y para ello ha de predicar con el ejemplo, utilizando en este caso, el mío propio, las Artes Marciales  y el budismo como escaparate para lograr tal propósito. Para mí, el Maestro es  a la vez el padre, el guía, aquel del que puedo aprender algo, sin que me enseñe nada. Es sin duda, el que deja siempre una huella invisible y duradera.

Ocurre que trasladamos la idea, el concepto de Maestro generado desde la filosofía esencialmente oriental, a nuestra sociedad de valores, en la que estos mismos conceptos se rigen por parámetros totalmente opuestos, o como menos, muy distintos a los orientales.
También tenemos a los que, al no poder seguir entrenando bajo la supervisión de un verdadero Maestro, por las circunstancias que sean, en vez de hacer un esfuerzo, permanecer humilde y seguir aprendiendo, deciden seguir el camino solos y se proclaman Maestros. Esto no es otra cosa que un enaltecimiento de su ego.
Y así, obtenemos “Maestros” cocinados a toda prisa en un microondas, en vez de haber sido preparado a conciencia en la cocina del tiempo.


- He oído a alumnos que te llaman Shifú, palabra que significa Maestro. ¿Tu, a estas alturas, te consideras un Maestro? (Salvador Palomo)

R – En muchas ocasiones pienso, que nuestra civilización tiene muchas, demasiadas palabras, porque es incapaz  de expresar y comprender de otra manera sus pensamientos y sentimientos. En algunos pueblos primitivos esto no es así. No necesitan tantas palabras para entenderse. La comunicación se produce a otro nivel de comprensión.
Pero nuestra avanzada civilización, con todo lo sofisticada que es, no puede entenderse de otra manera, así que trataremos de usar muchas palabras para explicarlo.

Cuando el objeto de una idea o pensamiento, adquiere o se le adjudican demasiadas palabras en forma de adjetivos, en muchas ocasiones pierde su esencia pura. Acaban siendo solo palabras, y poco más. Y nuestra sociedad se está perdiendo cada vez más en la ‘tecnocracia verbal’, en un laberinto de palabras rebuscadas, que en muchas ocasiones, lo que consiguen, es confundir aún más las cosas. Y esto tiene relación con tu pregunta, o mejor dicho, con mi respuesta, que está latente en lo que explico, pero que quizás no sea del todo visible o entendible a un espíritu pobre.
Me resulta un tanto complicado explicar lo que siento y pienso, porque diga lo que diga, o sea cual fuere mi forma de expresarlo, mi respuesta seguro que no sería entendida por muchos. Cada cuál la interpretará desde sus conocimientos y circunstancias personales, y esa será –para él- mi respuesta. Sería, por lo tanto, una interpretación de la realidad.

     Te diré que hay alumnos que cuando me llaman Shifú (Maestro artesano), no les doy ninguna importancia. Solo es cuestión de etiqueta social y jerárquica dentro de la escuela. No tiene otras connotaciones ni mayor relevancia. En cambio otros, cuando pronuncian esa palabra cuando se dirigen a mí, tiene una trascendencia importante para mí. De otros incluso me podría molestar que se dirigiesen a mí con esa palabra. La importancia que le doy estriba en la persona que pronuncia la palabra “Maestro”; su relación conmigo y su compromiso y comprensión de lo que hace. Pero no es porque esa palabra me otorgue una determinada identidad.

El que yo sea un Maestro o no, está en quien quiera ver esa cualidad en mí. Esa etiqueta no está en mi interior. Sea como sea, yo soy siempre el mismo, con los mismos conocimientos, con los mismos defectos o virtudes, aunque la impresión que puedan tener de mí, puede variar netamente de una persona a otra. Solemos valorar las personas siempre en comparación a otros semejantes, y eso, creo, es un gran error conceptual. Creo que muchas veces son solo proyecciones de nuestra propia personalidad o de las perspectivas que tiene el ego para identificarse en el exterior...
Y en muchas ocasiones, esa comparación se queda meramente en lo externo, en lo físico, o como mucho en la expresión y habilidad técnica de un individuo. Nos quedamos y valoramos lo aparente, lo que parece. Y aunque sea normal, yo no comparto ese criterio tan extendido. Yo necesito conocer algo más, algo del ‘interior’ de esa persona, para poder calificarle de Maestro (eso en el supuesto que yo quisiera adjudicarme esa potestad de poder calificar a la gente).
En la profundidad de mi conciencia, no soy más que un alumno de la vida y la naturaleza; Un buscador de mi esencia, y por ello estoy en el camino de las Artes Marciales y el budismo, como podría estarlo en el de la música, la pintura o cualquier otra forma de expresión. Soy un Maestro que tiene mucho, muchísimo que aprender.
En cualquier caso, aplico una frase de mi amigo Salvador Palomo, y que dice así: “Cada Maestro no tiene más que un alumno; a si mismo. Y cada alumno no tiene más que un Maestro, a sí mismo.”

Actualidad (Mayo 2012)

Aunque en el fondo mis conceptos y respuestas a estas preguntas doce años después no han variado mucho, si que hay matices que reseñar.
Es obvio que en este tiempo he ido aprendiendo y mucho de la vida, sobre el budismo, sobre la filosofía y sobre las Artes Marciales, lo que de alguna manera me confiere la potestad de al menos poder hablar con cierto criterio de conocimiento real sobre estos temas. Y sobretodo me sirve para poder guiar a otros que están en el camino y cuyos conocimientos están aun por desarrollarse con la experiencia y el tiempo.
Cuando has desarrollado algo que en el budismo llamamos “visión clara”, que establece parámetros de autocontrol sobre las pretensiones de tu propio ego de erigirse en “alguien”, ya no hay vuelta a tras; Comprendes las cosas tal y como son. Y desde esa premisa también comprendo perfectamente la respuesta que pueda dar de si soy o no un Maestro. Pero… ¿La comprendes tu?... Si es así, entenderás la respuesta; Si no es así, solo interpretarás lo que te digo, lo cual no será mi respuesta. Así de simple y así de difícil.


     Cuando algunos de sus discípulos se deshicieron en elogios acerca de un afamado Maestro de Kung-fu, su Maestro no se inmutó.
Cuando más tarde, le preguntaron insistentemente  sobre su opinión acerca de dicho individuo, dijo: -“Ese hombre ejerce el poder sobre otros.... No es un Maestro”.
“¿Cuál es entonces la función de un verdadero Maestro?”, insistieron sorprendidos sus discípulos.
“Inspirar; No ordenar”, dijo el Maestro, -  “Despertar; No forzar”.....
“Caminar detrás de sus discípulos, no delante”.

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