Cuentos....

Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos, que decía algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.

Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.

Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran los pies.

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Dada la naturaleza de la búsqueda espiritual...

Un hombre llegó junto a una elevada torre, entró y vio que estaba todo oscuro. Moviéndose a tientas, tropezó con una escalera de caracol. Le entró curiosidad por saber adónde conducía y empezó a subir por ella. A medida que ascendía, iba sintiendo un creciente desasosiego. Entonces miró detrás de sí y comprobó, horrorizado, que los peldaños se iban desprendiendo y desapareciendo a medida que él los iba dejando atrás. Ante él, la escalera serpenteaba hacia arriba, y él no tenía ni idea de hasta dónde conducía; detrás de él se abría un enorme y negro vacío.

...los verdaderos buscadores son pocos...

Cuando el rey visitó los monasterios de Un Chi, el gran Maestro Zen, le sorprendió comprobar que había en ellos más de diez mil monjes.

Queriendo saber el número exacto de ellos, el rey preguntó: “¿Cuántos discípulos tienes?» y Un Chi respondió: "Cuatro o cinco, como mucho.»

...y los impostores muchos...

Una pareja en su luna de miel se disponía a meterse en la cama, en su habitación del hotel, cuando, de pronto, irrumpió un ladrón enmascarado, el cual dibujó con una tiza un círculo en el suelo, le hizo una seña al recién casado y le dijo: «No te muevas de ese círculo. Si das un paso, te descerrajo un tiro en la cabeza.»

Mientras el pobre hombre permanecía completamente inmóvil en el lugar indicado, el ladrón arrambló con todo lo que pudo y lo introdujo en un saco; y cuando iba a marcharse, vio a la hermosa mujer, que se cubría con una sábana. La hizo acercarse a él, encendió la radio, la obligó a bailar con él, la acarició, la besó... y la habría violado si ella no se hubiera opuesto con todas sus fuerzas.

Cuando, al fin, el ladrón salió de la habitación, la mujer se volvió al marido y le gritó: «¿Qué clase de hombre eres tú, que te quedas ahí parado en medio de ese círculo sin hacer nada, mientras a mí casi me violan?»

«¡No es verdad que no haya hecho nada!», protestó el hombre.

«¿Ah, no? ¿y qué has hecho, si puede saberse?»

«Desafiarle. ¡Cada vez que él volvía la cabeza hacia mí, yo sacaba un pie del círculo!»

El peligro que estamos dispuestos a correr es el que podemos afrontar a una distancia prudencial.

...porque falta lo único esencial.

Cuenta una antigua fábula india que había un ratón que estaba siempre angustiado, porque tenía miedo del gato. Un mago se compadeció de él y lo convirtió... en un gato.

Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que el mago lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera.

Con lo cual comenzó a temer al cazador.

Llegado a este punto, el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón.»

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Un joven que buscaba un Maestro capaz de encauzarle por el camino de la santidad llegó a un “ashram” presidido por un guru que, a pesar de gozar de una gran fama de santidad, era un farsante. Pero el otro no lo sabía.

“Antes de aceptarte como discípulo”, le dijo el guru, “debo probar tu obediencia. Por este "ashram" fluye un río plagado de cocodrilos. Deseo que lo cruces a nado”.

La fe del joven discípulo era tan grande que hizo exactamente lo que se le pedía: se dirigió al río y se introdujo en él gritando: “¡Alabado sea el poder de mi guru!” Y, ante el asombro de éste, el joven cruzó a nado hasta la otra orilla y regresó del mismo modo, sin sufrir el más mínimo daño.

Aquello convenció al guru de que era aún más santo de lo que había imaginado, de modo que decidió hacer a todos sus discípulos una demostración de su poder que acrecentara su fama de santidad.

Se metió en el río gritando: “¡Alabado sea yo! ¡Alabado sea yo!”, y al instante llegaron los cocodrilos y lo devoraron.

Cuentos extraídos del libro "La oración de la rana" de Anthony de Mello

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