Cuando en ocasiones miro atrás...

Cuando en ocasiones miro atrás, hacia mis experiencias a lo largo de estos 36 años de prácticas, puedo ver claramente el proceso de formación que, hoy en día conforma quién soy o lo que soy.
Aunque esto pueda ser solo una etiqueta más, una identidad ilusoria, veo el camino dejado atrás y no puedo por más que estar agradecido a todos aquellos que me aportaron algo de sus conocimientos.

La formación como docente, como Instructor o como se quiera denominar hoy en día, ha pasado por numerosas experiencias, casi siempre enriquecedoras, aunque también las hubo ingratas. Afortunadamente las menos.
Muchos errores cometidos, muchas “piedras” en el camino, en realidad me sirvieron para construir con ellas los cimientos del conocimiento que pueda tener.

Acudía con avidez de conocimientos a cualquier curso que se dictara, y en ocasiones no importaba lo lejos que tuviera que viajar. Pasar frío, dormir en bancos de estaciones de tren, o en el suelo de las escuelas por falta de medios económicos, nada importaba con tal de conseguir estar allí. Todo por seguir aprendiendo algo sobre las artes que eran mi pasión.
Aprender con reconocidos Maestros, o bien con cualquier estudiante de cualquier escuela… en realidad, no importaba demasiado, porque la capacidad de aprender residía en mí, y quizás menos en la capacidad de enseñanza del que me mostraba algo. Esto no significa, ni mucho menos, que los Maestros no enseñen nada, solo que, si tu mismo no tienes capacidad para aprender de ellos, de nada te sirve que te enseñe el Maestro de más prestigio.
(En cierta ocasión, estando en Shaolin, un joven estudiante que, casualmente estaba barriendo el patio donde me encontraba entrenando, me corrigió unos detalles de una forma, que me dieron la clave para comprender los movimientos enseñados por mi Maestro).

Y hoy en día, me encuentro muchas veces, demasiadas, con estudiantes que, o no saben valorar lo que les transmites, o lo ven todo bajo el prisma del aspecto económico. Es decir, que muchos no comprenden que se deba pagar por aprender algo. Y si lo hacen, siempre les parece demasiado caro.
No puedo recordar el número incontable de cursos a los que he asistido, y la inversión económica que eso supuso para mí. Y aun lo sigue siendo, pues viajo con frecuencia a China, a las fuentes originales de mi arte, de nuestro arte. Pero ese esfuerzo, a veces inimaginable, siempre era recompensado con unas enseñanzas profundas, que me impulsaban a seguir por este camino.
Por citar algunos ejemplos: recorrer 3100 km en coche para asistir a un curso con los monjes en Francia, o hacer un trayecto de 800 km para participar en un cursillo de 4 horas en Portugal, etc.,.
Repartí periódicos, saqué a pasear perros, corté césped de jardines, todo con tal de conseguir algo de dinero para pagar mis viajes.
He hecho grandes esfuerzos en asistir a cursos, sí... Pero ha valido la pena. Conocer y entrenar con grandes maestros es el resultado. Mi formación como profesor y persona, es también parte del resultado.

Trato en ocasiones, de explicar lo importante y beneficioso que resulta acudir a cursos especializados, pues en ellos obtienes una visión mucho más profunda del arte que estés practicando. Por supuesto, luego hay que poner en práctica lo aprendido en ellos, de lo contrario será un tiempo perdido en vano.
Hay que comprender que, en la mayoría de los casos, en la escuela, lo que se hace es entrenar, mientras que en los cursos el objetivo es aprender. Esto hay que saber diferenciarlo.

He observado en algunas ocasiones como, estudiantes de nuestra escuela hacían un enorme esfuerzo por reunir el dinero necesario para viajar a China y entrenar en las escuelas de allí y, luego, a su regreso, esas enseñanzas recibidas quedaron en el olvido. Es una buena manera de perder el tiempo y el dinero. Y digo perder el tiempo porque, sin una adecuada comprensión del porqué y para qué se hace esto, toda esa extraordinaria experiencia se traduce solo en una bonita experiencia de viaje cultural. Poco más.

En parte la culpa de que los cursos sean cada vez más minoritarios en cuanto a asistencia de alumnos, la tienen los mismos organizadores; he visto muchas veces como se cobraba una barbaridad de dinero por aprender 4 técnicas, y eso, solo porque el profesor era un tipo muy famoso o conocido, que salía en portadas de revistas especializadas del sector. Esto tampoco es justo ni ético: engañar a los estudiantes con el único afán de recaudar dinero…

Mi Maestro Shi De Chao me decía: “Yan Jia, solo hay dos caminos para compensar lo que recibes: uno, pagando por ello con dinero o trabajo, y el otro, entregando tu sudor, tu dolor, tus lágrimas de esfuerzo y tu corazón. El primero te dará conocimiento; el segundo te lleva a la sabiduría. Tú eliges…”

Hoy en día, son pocos los estudiantes que se comprometen a formarse seriamente en el camino del estilo elegido. Y en esa formación, entran necesariamente el acudir a los diversos cursos que se organicen.

Para mí, es cuestión de esfuerzo e inversión; una inversión en aprender, en estudiar algo que nos gusta. Algo que, con el tiempo, esfuerzo y paciencia, dará sus frutos.
Pero sin inversión de ningún tipo, no se obtienen resultados.

Para mí resulta impensable que, si mi maestro organiza un curso, no acudir. Sería el primero en estar ahí, y esto, por varias razones, a saber: con mi asistencia, estoy apoyando a mi escuela y mi estilo y, por supuesto, a mi maestro. Es una manera de honrarle, de agradecerle por sus enseñanzas. Es una forma de reconocer el trabajo que desarrolla. Y segundo que, a través de mi esfuerzo, elevo mi nivel técnico y con ello, la imagen que doy como miembro de la escuela…
No hacerlo significa que valoras poco lo que te enseña y que, en cualquier caso, antepones otros muchos intereses a tu práctica del Kung-fu. Esto, en sí, no es malo, simplemente luego no hay que quejarse del nivel que uno tiene. No hay que pretender participar con buenos resultados en competiciones y exhibiciones. Hay que ser coherentes.
Hay que aprender a tomar decisiones importantes en la vida y, esta es una buena manera de comenzar a hacerlo.

Inversión es aquí la palabra clave. “Invertir en pérdidas”, como decía el gran maestro de Taijiquan, Chen Man Ching.
Solo así se progresa. Y solo así, el Kung-fu te cala hasta los huesos y serás digno de representar tu estilo, escuela y maestro.
Piénsalo… antes de que sea demasiado tarde…

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