tras las puertas de Shaolin...



Respiré profundamente. El intenso aroma del incienso, de alguna manera embriagaba los sentidos y me recordaba las explicaciones que el Maestro me había dado acerca de las prácticas devocionales budistas. Durante la meditación de esa mañana, habían acudido a mi mente muchos recuerdos, muchas imágenes de tiempos pasados, tanto propios como ajenos. Esta era la decimotercera vez que venía a Shaolin a entrenar y a seguir recibiendo enseñanzas. Me sentía, de corazón, “como en casa”.

Abrí los ojos y simplemente dejé que mi vista vagara por la amplia sala de meditación del monasterio. Quería llenarme de cada detalle de lo que percibía; de las paredes, de las imágenes del Buda, de la representación de Guanyin, de los cojines, de los demás monjes sentados en profunda meditación, de los que ya se estaban levantando.

Hice lo propio, tras estirarme en todas las direcciones. Las articulaciones, tras cuarenta minutos de meditación se habían resentido, aunque ciertamente ya no era como los primeros días, hacía más de un mes atrás, cuando el dolor era mucho más intenso. Siempre, tras las sesiones de meditación, sobretodo las de la mañana, me sentía eufórico, con una visión muy clara de mi mente.

Salí de la sala en dirección a la habitación del Maestro Yan Ao, que ese día no había participado en la meditación. Apenas hacía algunos minutos que habían abierto las puertas del monasterio(1) a los turistas, aunque aun no había absolutamente nadie en sus recintos. Era una extraña sensación de paz y tranquilidad la que se podía percibir en esos momentos, solo igualable a la que se producía por la tarde, tras el cierre de sus puertas a los miles de turistas. Subí las escaleras de granito, recientemente reformadas, dirigiéndome a la pequeña puerta que daba acceso a la parte vetada a los turistas y en la que se encontraban los dormitorios y lugares de entrenamiento de los monjes. Algunos años atrás, esa puerta servía de taquilla para aquellos que querían ver una exhibición que los monjes realizaban en una gran nave anexa al monasterio. Ahora no permitían el paso a personas ajenas al monasterio. En ese momento no había nadie vigilando la puerta. Subí la cuesta empedrada del camino hacia las habitaciones privadas de los monjes, ubicadas en tres edificios de piedra gris, también en parte reformados. El pasillo del edificio estaba oscuro, apenas iluminado con una débil bombilla, pero que era suficiente para dar con la puerta de la habitación del maestro.

Justo cuando iba a llamar, la puerta se abrió y el maestro me invitó a entrar y sentarme. También se encontraba otro monje, cuyo nombre no me acuerdo, pero que había visto antes en videos, y que me recordaba a mi anterior maestro, Shi De Chao por su gran barba negra. El maestro me invitó a una taza de té, y mientras la saboreábamos, charlamos acerca de su posible venida a España.

Al poco rato salimos fuera, enfilando el pequeño camino que bordea el monasterio, para dirigirnos a una explanada situada a espaldas del mismo, donde habitualmente solíamos entrenar, fuera de la vista curiosa de los cientos de miles de turistas que visitaban a diario el monasterio. Y ahí pasábamos varias horas cada día, trabajando formas tradicionales, repasando detalles de cada técnica, las aplicaciones y el consiguiente trabajo interior del Nei-Gong. Hacía algunos años que tenía un profundo interés en conocer y aprender el trabajo interno de Shaolin…

Hace ya más de 12 años que visité este lugar mítico por primera vez y, desde entonces todo ha cambiado, tanto interna como externamente. El monasterio Shaolin sigue siendo el mismo, pero todo es distinto. Antaño, recuerdo que en sus recintos había incluso tiendas y el desorden era latente y muy poco espiritual a primera vista. En sus alrededores, montones de restaurantes mugrientos, decenas de tiendas, casas, bares y más tiendas de artículos de recuerdo relacionados con Shaolin. Incluso un destartalado fuselaje de avión había en la explanada del bosque de estupas. Algo, a todas luces incoherente en ese lugar. Altavoces vociferando no se que consignas, un gentío que con el tiempo no ha menguado en absoluto, cientos de puestos de venta de baratijas, ropa y armas. Mucha suciedad por doquier y los consiguientes olores se colaban insistentemente en tus fosas nasales. Todo conformaba una imagen algo exótica, muy alejada de la que, posiblemente muchos ilusos turistas marciales iban buscando en ese mítico lugar.

Pero mi primera impresión de ese lugar en aquella primera visita, no fue la de la negatividad que pueda deducirse de lo descrito antes. La ilusión de poder estar ahí, un sueño hecho realidad, me arropó con tanta fuerza que lo externo dejó de tener importancia. Y así, de alguna forma logré contactar con lo espiritual que existía en el monasterio, a pesar de todo, a pesar de esa imagen negativa e impactante que daba a primera vista.

Luego, con el paso de los años y la importante reforma que emprendió el actual abad y que dio un cambio radical a Shaolin y su imagen al exterior, la cosa ha cambiado mucho. En aquellos tiempos – y hablo del año 2.002 – hubo incluso revueltas de los habitantes de los alrededores, que fueron “expulsados” de sus casas y negocios. Esto sirvió para que en su momento, la prensa extranjera se hiciera eco de la noticia, pero claro, tergiversando los hechos y presentándolo como una atrocidad más del gobierno comunista chino. La realidad es que todos fueron trasladados a una zona de reciente construcción en la cercana ciudad de Dengfeng. Obviamente, no es del agrado de nadie que te trasladen forzosamente de lugar. Pero con el tiempo, se ha visto que fue una decisión muy acertada. Todo ha vuelto a la calma. Ahora, nada más llegar al lugar de entrada al recinto de Shaolin – que dista unos 2 km del monasterio - , te encuentras con un montón de tiendas y restaurantes, pero todo muy limpio y ordenado. Los coches privados y autobuses ya no pueden acceder hasta la misma puerta del monasterio; hay que subir a un vehiculo eléctrico para llegar o bien ir caminando, lo cual es una excelente opción, pues el camino junto al río es un bonito paseo, flanqueado por un frondoso bosque de bambú. La apariencia externa ha cambiado radicalmente, pasando a ser un lugar de paz y tranquilidad, a pesar de los cientos de miles de turistas que caminan por doquier.

El monasterio, junto con su impresionante entorno de las montañas Shaoshi y Shaoshan, se ha convertido en un centro importante de peregrinación para los budistas y para los turistas llegados de todo el país y de todo el mundo. Se ha afianzado como un centro turístico de interés nacional, con un promedio de más de diez mil turistas al día. Este hecho, en apariencia, puede menoscabar la espiritualidad que pueda haber en el lugar y en sus moradores, y dar la impresión de ser un “gran circo” budista. Pero nada más lejos de la realidad…

Y respecto al entrenamiento del Kung-fu de Shaolin, también ha habido una importante evolución. Hoy en día se puede encontrar el Kung-fu tradicional en sus muros, practicado y enseñado por cientos de monjes. Se han recuperado muchas formas y métodos de trabajo antiguos. Ya no se realizan exhibiciones, como hace apenas tres años, en que tuve el honor de poder participar en una, un hecho excepcional que recuerdo con agrado. Ahora solo se dedican a entrenar, y más duro si cabe. Solo participan en exhibiciones en el monasterio en ocasiones especiales. Verles entrenar te pone los vellos de punta; nada que ver con los entrenamientos en cualquiera de las escuelas de los alrededores, que también tiene su valor y mérito, por supuesto. Se ha retomado el trabajo interno, la meditación y el qi-gong con mucha fuerza.

Aun así, a pesar de que ese Kung-fu realmente existe y se puede ver, es algo complicado llegar a él, y más siendo extranjero. Porque si acceden a entrenarte, con una suma de dinero de por medio – como es normal - , te enseñarán el Wushu de Shaolin, es decir, tienes que pasar obligatoriamente por esas formas modernizadas. Y eso, incluso en la escuela que hay dentro del monasterio, la del maestro Shi Yan Lu. He visto varios extranjeros entrenando allí y, la verdad, es casi patético. Y todo por decir “he entrenado en Shaolin”.
Tener la suerte de encontrar un maestro de los tradicionales que quiera enseñarte, que quiera compartir sus enseñanzas más profundas, es ya mucho más improbable. Conozco a varios occidentales que lo intentaron y fueron rechazados amablemente. A lo sumo, si accede alguno, te enseñará solo formas muy conocidas, generalmente XiaohongQuan o Tongbeiquan y poco más. Y esto es porque ellos tienen muy claro que la mayoría de extranjeros que llegan allí, solo buscan aprender formas. Y eso es lo que les “venden”. Muy pocos – según los propios maestros – suelen ir más de una o dos veces allí, y menos aún a aprender todo lo que el Shaolinquan significa, es decir, sus tres aspectos al completo: Ch’an (budismo), Wu (arte marcial) y Yi (Medicina de Shaolin).

Así, muchos occidentales que van allí, suelen volver o bien decepcionados, o cargado de fotos y cargos de “monje” ficticios, convertidos en expertos en Shaolin en apenas unas semanas o cualquier otra cosa. Me he encontrado en muchas ocasiones con practicantes, maestros o aficionados que, tras una estancia de apenas unas semanas allí, ya creían conocer todo acerca de Shaolin. Creían conocer la realidad del monasterio y su cultura y así, vendían una imagen que ellos mismos habían creado según sus impresiones acerca de Shaolin. Y la realidad es que solo conocían algunas formas – independientemente de su nivel técnico de ejecución – pero nada de todo lo que Shaolin significa en realidad.

La realidad es la que llevemos en nuestros corazones; la que nos motive, con sinceridad a estar allí, a sufrir el duro entrenamiento, tanto físico como mental. La realidad que nos hace ser humildes y reconocer nuestras limitaciones, nuestra – a veces – incapacidad de asumir ni comprender lo que significa Shaolin. Si somos capaces de deshacernos de esa imagen idealizada y ficticia, podremos tener la visión real del lugar.

Si desarrollamos esa visión clara, encontraremos el Shaolin espiritual y tradicional que buscamos. Existe; está ahí, detrás del escaparate para turistas…

Shi Yan Jia
Monje budista 34ª generación Templo Shaolin – Songshan – Henan


(1) Hablo en todo momento de “monasterio”, pues Shaolin es en realidad eso, y no un simple templo, como se suele mencionar siempre. La diferencia es que en cada monasterio, siempre hay un templo, que es donde se desarrollan las liturgias budistas. En cambio existen templos que no son monasterios, pues en ellos no viven monjes de forma habitual.

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